El Paradigma de Borondongo - Texto

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(@pitiparra)
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¿Por qué re-visitar la historia de los Sitios Sagrados? 

¿Por qué re-evaluar la historia que hemos oído?

¿Por qué practicar artes que nos conecten más directamente y más simplemente con nosotros mismos, nuestro entorno y el cosmos?

¿Por qué compartir perspectivas, descubrimientos y confirmaciones a través de este foro?

¿...?

Comienzo este hilo para poder compartir un poco mi manera de pensar y de investigar acerca de los temas de este foro y ojalá para compartir perspectivas, dudas, descubrimientos y confirmaciones suyas. Me encanta tener momentos "Hmm...!" - esos en los que descubro que lo que creía no es lo único o no es lo que verdaderamente es. Ese instante en el que mi mente y mi cuerpo dicen "hmm...!" es lo que me permite querer profundizar más y más, conocer más y más, experimentar más y más, compartir más y más,...

Aquí va, pues, esta primera parte, que iré alimentando más y más y que espero que alimenten también todos más y más... 

¡Buen viaje!

Piti

I - El Paradigma de Borondongo

“Bongo le dio a Borondongo.

Borondongo le dio a Bernabé.

Bernabé le pegó a Muchilanga,

Le dio burundanga, le hincha los pies…” – Celia Cruz & La Sonora Matancera, 1953

 

Nadie se cuestiona si fue la burundanga la que le hinchó los pies a Muchilanga, si en realidad la burundanga hincha los pies,  qué fue lo que le hizo Muchilanaga a Bernabé para que le pegara, si realmente Borondongo se vengó de Bernabé y si Bongo hizo lo mismo con Borondongo. 

Esto es simplemente la verdad aceptada, pues:

1.- Lo dijo una “autoridad en el tema” – la mismísima Celia Cruz.

2.-  El mundo latino lo ha repetido inconscientemente e infinitamente desde el 53.

Cuando ocurren estas dos cosas – autoridad que declara y masa que repite - entonces se construye la “verdad”.  Y así, la percepción se va volviendo más importante que la realidad, hasta que termina conformando la verdad aceptada. Es lo que se ha denominado “paradigma” en el terreno de la psicología – “…la aceptación de ideas, pensamientos, creencias incorporadas generalmente durante nuestra primera etapa de vida, que se aceptan como verdaderas o falsas sin ponerlas a prueba de un nuevo análisis…”

En 1942 Paul Joseph Göbbels, el ministro de propaganda de Hitler, escribió:

 

 “Más vale una mentira que no pueda ser desmentida que una verdad inverosímil...”

 

 “…las gentes son mucho más primitivas de lo que solemos imaginar. Por eso la propaganda debe ser fundamentalmente primitiva e insistente. A largo plazo consigue influir a la opinión pública únicamente quien es capaz de reducir los problemas a sus más sencillos términos y tiene el valor preciso para repetir una y otra vez esta fórmula simplista, pese a todas las objeciones de los intelectuales…”

 

“…la propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas...”

 

“…toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar...”

 

“…una mentira repetida mil veces se convierte en una realidad...”

 

“…miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá.”

 

¿Será que con la historia del Mundo Occidental Moderno, en el que vivimos y el que “conocemos”, ocurrió lo mismo?

¿Será que múltiples “autoridades reconocidas” declararon muchas “cosas muy importantes” durante los últimos siglos?

¿Será que inconscientemente todo el mundo ha repetido esas “verdades” por mucho, mucho  tiempo?

¿Será que así se ha conformado nuestra “verdad aceptada”?

Lo que actualmente conocemos como el “Mundo Occidental Moderno” tienes sus orígenes en el Viejo Mundo, hace ya cerca de 4.000 años, cuando los griegos filosofaban acerca de los dioses, las personas, sus interacciones y sus destinos.  Y esa “verdad aceptada” en la que vivimos fue construida a base de declaraciones tan “absolutas” como la de Celia en su Burundanga durante esos 40 siglos. Y de esos 40 siglos, los últimos 20 han tenido la influencia ponderada más alta en el forjamiento de nuestro condicionamiento. 

Pero si la consciencia humana sobre la Tierra lleva cerca de un millón de años, esos 20 últimos siglos representan sólo el 0,2% de su existencia.

Nuestra “verdad aceptada” está basada en el 0,2% de la historia de la consciencia humana y ha sido determinada a partir de “declaraciones importantes” repetidas inconscientemente.

¿No valdría la pena entonces evaluar algunos ejemplos interesantes de esos últimos siglos del Mundo Occidental Moderno bajo ese lente?


   
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(@pitiparra)
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II - San Jorge, Constantino y los Matadragones

En la mayoría de las culturas ancestrales, durante la mayor parte de la historia de la humanidad, la decisión final en momentos coyunturales de una comunidad la tenían sus chamanes.  Su función primordial era la de mantener el equilibrio y la armonía de sus comunidades con su entorno natural y con el universo en general.  Para eso se entrenaban en el manejo y en la interacción con los espíritus naturales y cósmicos – “los Dueños de Todo” para “negociar” con ellos las maneras adecuadas de la relación de los individuos de sus comunidades con su entorno natural y cósmico.  Su trabajo estaba dividido en tres funciones primordiales – sanar y mantener saludable a su comunidad, defenderla de cualquier peligro e intermediar con su entorno para preservar el equilibrio de todo.

En muchos casos, estos chamanes parecían tener la facultad de “transformarse” en animales poderosos como el jaguar, la serpiente o el dragón para comunicarse y negociar con los espíritus.  El significado clásico de la palabra “dragón”, por ejemplo, es “el/la de la vista penetrante”, queriendo decir aquél o aquella que ha logrado ver la Primera Materia con sus ojos físicos, con su cuerpo físico.  La “Primera Materia” es la combinación armónica de los cinco elementos de los que está compuesto el dragón mismo y todos los mundos.  El poder del dragón consiste en poder manipular esta “Primera Materia” y sus componentes para mantener la armonía de su comunidad. 

El chamán-dragón era entonces el eje central de su comunidad.

Un cierto día, en el que los historiadores aún no se han puesto muy de acuerdo (algunos sitúan su nacimiento en el año 2 DC, mientras que otros dicen que fue en el 6 AC…) , nació en el Mundo Occidental Moderno un personaje bastante controversial y polémico. El caso es que Jesucristo nació por esos días y rápidamente la gente se dio cuenta de que cumplía con las funciones que se esperaba que tuviera un “chamán-dragón” - sanaba y mantenía saludable a su comunidad, la defendía de cualquier peligro, especialmente de la ignorancia, e intermediaba con su entorno para preservar el equilibrio de todo, especialmente con Dios.

Con él apareció simultáneamente el nacimiento del Cristianismo. Su comunidad comenzó a crecer con fuerza y se escribió muchísimo acerca de su vida.  Sus profundas enseñanzas se multiplicaron por toda la región, que en ese momento era dominada política y militarmente por el Gran Imperio Romano…

325 años después del nacimiento de Jesús y de sus enseñanzas cristianas originales, el emperador romano de turno, que era pagano, tenía un problemita por resolver con su imperio.  Había acabado con los demás “césares” y “emperadores con los que compartía su mandato, había “unificado” el manejo del imperio bajo una sola cabeza y había trasladado la capital a Constantinopla en Turquía.  Pero también había visto como su imperio, ahora enorme y conformado por comunidades muy diferentes, era cada vez más difícil de manejar.

Preguntándole a sus asesores cómo hacer para gobernarlos a todos de manera más práctica, le recomendaron que los unificara bajo un mismo “credo imperial” – una religión única que le diera aún más poder. Constantino el Grande, asesorado por el obispo de Córdoba, citó entonces el Concilio de Nicea, que fue más o menos así:

Decidieron reunir a los 300 sabios religiosos que consideraron más importantes – de más de mil que había en ese momento - y “negociaron” con ellos la posibilidad de armar una “religión” con unas buenas reglas de sumisión para sus practicantes/súbditos.  Vieron en el Cristianismo unas posibilidades interesantes – conceptos como los de “dar la otra mejilla” y “por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa” parecían ser herramientas muy poderosas que podrían usarse idealmente para gobernar al pueblo.  Separaron entonces a los buenos y a los malos – a los cristianos de los paganos – y con los primeros armaron lo que de ahí en adelante se llamó la Santa Iglesia Católica Romana, obviamente muy distinta al cristianismo original que su iniciador – el mismo Jesucristo – había sembrado.  Todos los que no estuvieran de acuerdo se convirtieron inmediatamente, y sin darse cuenta, en enemigos del imperio y de su nuevo aliado – la Iglesia.

Dentro de las muchas cosas de esta nueva religión, se escogieron los textos que transmitieran los principios y los valores que el imperio necesitaba.  La escogencia de los “verdaderos evangelios”, por ejemplo, fue una jugada magistral.  Los 300 “obispos” pusieron 270 textos sagrados que se habían escrito en esos 300 años debajo de una mesa y el salón se cerró “con llave”.  Todos rezaron a noche entera pidiéndole a Dios que fuera él quien escogiera y separara los textos “malos” de los verdaderamente “divinos”.  A la mañana siguiente, ante el asombro de los 300 reunidos, sólo cuatro “evangelios escogidos por Dios” se encontraban sobre la mesa.  ¡Los otros 266 fueron rechazados y mandados a quemar!  Los cuatro escogidos tenían muchas incongruencias cruzadas, pero estaban de acuerdo en una serie de conceptos muy importantes para una “religión imperial obligatoria”: Un único dios/auditor que todo lo veía, que todo lo sabía y que todo lo castigaba.  Cualquiera que se saliera de su recto camino de sumisión, de aceptación ciega y de entrega total sería un pecador y por su “culpa” perdería así su entrada al Reino de los Cielos – el premio mayor, que vendría después de esta vida.   

Básicamente, la cosa era que el que más sufriera más puntos ganaba para después de esta vida y el que aprovechara esta vida para disfrutar a través de las herramientas con las que contaba para percibir y conectarse, más pecaba.  El eje de todo era la CULPA – así en mayúsculas – un concepto de maravilloso poder, que permitía el control de todos los individuos como masa, por parte de los representantes divinos – los emperadores y sus cortes y los papas y su iglesia. 

Todo funcionó a la perfección – ahora cualquiera tenía el “derecho divino” de delatar a su vecino, a su familiar o a cualquiera que usara sus percepciones para interactuar con la naturaleza y que por lo tanto fuera un “pecador”.  Y los más pecadores eran los que no aceptaban la existencia de ese dios único.  Los chamanes, que “negociaban” con espíritus terrestres y cósmicos para mantener la armonía de sus comunidades, sin necesidad de emperadores ni iglesias, eran los peores enemigos públicos y cualquiera que los combatiera se convertía en héroe.  Pulularon entonces las historias de nobles jóvenes cristianos, que apoyados por la señal de la cruz, salvaban a las vulnerables doncellas de los dragones, de los hechiceros y de las brujas – del “pecado”…

Había que preservar las semillas – los héroes y sus princesas – y acabar con la maleza destructiva – los dragones, magos y brujas, los duendes y demás espíritus del bosque.  Y los príncipes valientes y nobles caballeros de Caperucita, la Bella Durmiente, la Cenicienta y demás jóvenes y blancas mujeres indefensas aparecieron para marcar el inconsciente colectivo de todos los niños que iban naciendo. 

En las islas británicas la lucha épica fue entre el gran Beowulf y el espantoso dragón Grendel, quién habitaba una cueva con su madre, una bruja malévola.  En Alemania fue Sigfrido de los Nibelungos el que finalmente mató al dragón Fafner y se bañó en su sangre, haciéndose invencible.  Y siguieron apareciendo héroes épicos en cada esquina, el Cid Campeador en España, Rolando el de la Canción en Francia, Eneas en Italia ,…, hasta Leminkainen y Wainemoinen en Escandinavia.  Cada uno quería su héroe local, matador de dragones, brujas y paganos, para contar y cantar sus hazañas todas las noches, a falta de internet y televisión por cable.

Uno de los “matadragones” más famosos fue “San Jorge”.  Como los jugadores de fútbol del presente, este también tenía buen “sponsorship”.  Esta vez no se trataba de grandes marcas deportivas o de bebidas energizantes, sino de la mismísima Iglesia Católica.  Su estandarte y su escudo llevaban la cruz, el logosímbolo de la nueva súper-empresa imperial de Constantino y del obispo de Córdoba.

La leyenda medieval cuenta como un terrible dragón decidió hacer un nido en la fuente que proveía de agua a una ciudad. Como consecuencia, los ciudadanos debían apartar diariamente el dragón de la fuente para conseguir agua. Así que le ofrecían un sacrificio humano que se decidía al azar entre los habitantes. Un día resultó seleccionada la princesa local y cuando estaba a punto de ser devorada por el dragón, apareció el gran Jorge con su cruz y su espada en mano, se enfrentó con el dragón, lo mató y salvó a la noble doncella. Los agradecidos ciudadanos abandonaron el paganismo y se convirtieron al cristianismo.

Como los astros del fútbol con sus logos patrocinadores en sus camisetas, Jorge, su cruz y su espada salvadora se convirtieron en los protectores de los “cruzados” en la conquista de Jerusalén de “manos paganas” en el siglo XI y como mílites Christi – “soldado de Cristo” – él fue el patrón de los caballeros y soldados, y protector de los templarios.  Me imagino a todos los niños pidiendo camisetas de San Jorge en navidad, para salir a jugar a los caballeros, matar dragones y paganos, bañarse en su sangre para ser invencibles y salvar a las bellas doncellas indefensas para convertirse en nobles herederos del rey…


   
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III - Harvard y los Hermanos Grimm

 

Cuando ya los cuentos infantiles y las canciones épicas habían surtido su efecto ”evangelizador” por varios siglos, aparecieron dos personajes que le dieron aún más fuerza al tema. Martín Lutero nació en Alemania en 1483 y Juan Calvino en Francia en 1503. Martín y Juan decidieron “reformar” aún más la religión y “protestar” contra los vicios que estaban reinando en el nuevo Estado- Iglesia, creando una aún más fundamentalista en el tema del pecado y la culpa.

 

Escogieron los textos bíblicos que “demostraran” que los seres humanos éramos unos pecadores de nacimiento y que estábamos destinados al infierno, a menos de que dedicáramos toda la vida – ¡TODA LA VIDA! – al sacrificio. Se creó así un nuevo lema de batalla - “El tiempo libre es cuando el diablo nos tienta”. Esto generó trabajadores incansables, que hacían hasta lo imposible para no caer en tentaciones pecadoras y culposas y la mujer ideal era también la trabajadora incansable en los quehaceres de su casa, fabricadora incansable de niños puros y castos, hijos de su noble marido - el incansable trabajador - indefensas y vulnerables fuera de sus hogares, castas y abnegadas, puras y protegidas. 

 

Las mujeres que se atrevieran a salir de sus casas al “bosque peligroso”, a conectarse con la naturaleza, a expandir sus horizontes, conocerse y conocerlo todo eran el opuesto maligno al ideal creado. A diferencia de la inmaculada Blancanieves, sus pieles se broncearían, verían el horizonte maravilloso y la profundidad misteriosa de las cosas, aprenderían a disfrutarse y a disfrutar de todo. Y si además comenzaban a reunirse con otros que tuvieran conocimiento de las “ciencias ocultas” (aquellas que no se podían mostrar públicamente, para no ser juzgados y quemados…), aprenderían a usar la belladona, la mandrágora y las demás hierbas mágicas, que les harían abrir sus percepciones y sus emociones, convirtiendo sus cuerpos enteros en miles de ojos, miles de oídos, miles de bocas, miles de narices, miles de manos,…, para volar por todos los mundos y conocer dragones, reinos mágicos, espíritus telúricos y cósmicos - aprenderían a ser consciente, libres, plenas.

 

¿Y qué más peligroso que una mujer consciente, libre y plena como núcleo de un hogar?

 

¡Brujas – búsquenlas, agárrenlas, júzguenlas y mátenlas públicamente para que a nadie se le ocurra nunca más semejante afrenta! 

 

Y con la muerte de las brujas vendría también la consecuente extinción de los dragones y así la permanencia de las cosas “tal como debían ser”.

 

Otros tres siglos después la cosa continuó. Jacobo y Guillermo Grimm eran nietos y bisnietos de los hugonotes, los protestantes luteranos y calvinistas que se habían refugiado en Suiza, Holanda y Alemania, tras la persecución en Francia por parte del Rey Sol y su tristemente famoso Batallón Especial. Alemania había sido invadida por los ejércitos de Napoleón, y el nuevo gobierno pretendía suprimir la cultura local del viejo régimen de feudos y principados de la Alemania de principios del siglo XIX.

 

Estos dos hermanos decidieron manipular el manejo de la tradición oral del momento - hacer lo que hoy en día se llamaría una “revolución publicitaria a través de los medios” - para pelear a través de fuerzas invisibles contra la invasión napoleónica y su conllevado borrón cultural, al que su comunidad ancestral estaba siendo sometida.

 

Como en esos años, en la transición de los 1700 a los 1800, no había medios masivos de comunicación como los de hoy en día, Jacobo y Guillermo idearon una forma invisible y poderosa de marcar profundamente las bases esenciales de su pensamiento protestante fundamentalista en todas las familias burguesas, quienes serían las encargadas del mantenimiento y del desarrollo sostenible e invisible de esa escala de principios y valores por los siglos venideros. El “complot” era perfecto – atacarían al nuevo orden establecido, sembrando semillas arquetípicas en los más jóvenes, para que estos nunca cedieran ante ningún otro sistema de pensamiento. Perece que conocían la definición de “paradigma” a la perfección… - “…la aceptación de ideas, pensamientos, creencias incorporadas generalmente durante nuestra primera etapa de vida, que se aceptan como verdaderas o falsas sin ponerlas a prueba de un nuevo análisis…”

 

Comenzaron así su ardua tarea de recopilación sistemática de todos los cuentos infantiles medievales y apoyándose en el ingenioso invento de su paisano Gutenberg, lanzaron el primer compendio de cuentos infantiles –“Cuentos para la Infancia y el Hogar”. En 1812, por primera vez en la historia europea, había una recopilación editada de los cuentos que, hasta ese momento, se habían transmitido sólo de forma oral.

 

Y a partir de ahí, el inconsciente colectivo del mundo occidental moderno fue invisible y secretamente moldeado por arquetipos profundos, que marcaron la forma de ver las cosas para la mayoría de las personas. Obviamente, con ese ejemplo, también se confirmó una vez más la forma de manipular a las masas a través del poder de la siembra de ese tipo de semillas – si el inconsciente de los niños era bombardeado desde su más temprana edad con imágenes y palabras arquetípicas, esas semillas germinarían moldeando adultos pre-contextualizados dentro de un sistema de creencias, principios y valores incuestionables hasta para el mismo individuo.

 

Pero la cosa no se quedó aislada en el norte de Europa. Uno de estos “grandes exterminadores de brujas y dragones”, John Wintrop, ya había liderado el primer grupo de puritanos que viajó de Europa a las costas de Massachusetts en 1630 - ¡y fue luego el fundador del Harvard College en 1636! Las semillas habían llegado a América y su multiplicación había comenzado. Así mismo, la implacable muerte de las malezas que podían comprometer el crecimiento de las “semillas nobles” se extendió por todas partes. Se quemaron las “Brujas de Salem” y se contrató a Buffalo Bill Cody y demás secuaces para aniquilar a los “pieles rojas” salvajes y paganos...


   
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IV - La Muerte de Quetzalcóatl, Amaru y la Anaconda/Jaguar

 

Si en el norte europeo y americano pasaba así, en el Sur no era muy diferente la historia. No se trataba de puritanos ingleses, sino de aventureros españoles y portugueses – gente dispuesta a todo, salida de las cárceles y de los asilos, sin tierras ni fortunas en su continente natal. Y todos obviamente “protegidos y legitimados” por la Corona Española y por “su” Santa Iglesia Católica.

 

A México llegó Hernán Cortez, mientras que a Cuzco lo hizo Francisco Pizarro, ambos nobles representantes de este distinguido grupo de “conquistadores”.

 

Para hacer los cuentos cortos, la cosa fue así:

 

Francisco Pizarro fue invitado a entrevistarse con Atahualpa, heredero imperial de Huayna Capac – el recién fallecido emperador. Al llegar a donde su invitado, lo arrestó, se casó con su hermana Quispe, luego mandó ejecutar a su “cuñado” y así “conquistó el Imperio Inca” – facilito…

 

Por otro lado, en Tierras Mayas, Hernán Cortez no hizo algo muy distinto: Fue recibido por el gobernante de Potonchán en el río Tabasco, quién le regaló víveres y agua dulce para que pudiera proseguir su camino. A Cortez no le pareció suficiente lo que le habían dado y decidió atacarlo salvajemente, matando a la mayoría de la población, para finalmente armar su campamento en su Templo Sagrado. Los pocos pobladores que quedaron vivos le ofrecieron víveres, joyas, tejidos y un grupo de veinte mujeres jóvenes para “tranquilizarlo”. Entre ellas estaba Malintzin – la Malinche – quién se convirtió en su intérprete, su consejera y su concubina. Culminó su “conquista” tumbando con su espada el Árbol Sagrado Maya y ofreciendo con Fray Bartolomé de Olmedo la primera misa cristiana en la Nueva España – también facilito y muy bonito….

 

En cifras, la cosa fue más o menos:

 

“…En 1492 había aproximadamente 90 millones de indígenas viviendo en América (66,5 millones en Sudamérica; 13,5 en América Central y 10 millones en Norteamérica). Cien años más tarde el equilibrio demográfico se había roto de tal manera a causa de las guerras, las enfermedades y las matanzas, que los habitantes indígenas de Sudamérica se habían reducido en 40 millones de personas. Y en 1692, en el segundo centenario del desembarco europeo en América, la población indígena total superaba apenas los 4,5 millones de habitantes.

 

Así, rapidito, en esos 200 años, cayeron las culturas mesoamericana y andina. De las tres fuerzas que conforman la turbulencia colombiana – la andina, la mesoamericana y la amazónica - sólo quedaba una viva. Los conquistadores trataron y trataron de acabar con las múltiples etnias del Orinoco y del Amazonas, pero finalmente cedieron, diciéndose a si mismos – “Dejémosles esas junglas malditas a esos salvajes. Al fin y al cabo, allá no hay sino plagas, enfermedades y monte…”.

 

Sin embargo, otros “conquistadores” pensaron la cosa de otra manera. Lo que los ejércitos no habían logrado con sus arcabuces y espadas en las selvas y llanuras, lo intentarían los misioneros “armados” de biblias y camándulas.

 

La Corona y la Iglesia vieron la oportunidad del buen negocio de la evangelización y la civilización de los bárbaros americanos y desarrollaron su business plan, como se llamaría hoy en día:

 

En julio de 1662 se celebró en Bogotá la Junta de Misiones, en la que se “decidió repartir los territorios entre las diversas entidades religiosas que conformaban la iglesia neogranadina, de modo que cada una se responsabilizara del área a ella asignada…”. Esta repartición de tierras y almas fue la consecuencia de una bula papal, en la que el Papa Paulo III admitió que los indios americanos eran “seres humanos dotados de alma y razón” y no animales salvajes, a los que se debía evangelizar, civilizándolos y orientándolos por la única senda verdadera – la de la Iglesia Católica. Se instauró el “camarico” – una especia de impuesto que pagaban los indígenas al “noble y casto misionero”, a cambio del favor de ser evangelizados y “civilizados”. Este consistía en la entrega diaria “…de un par de gallinas y la cesión de entre tres y cuatro mujeres que elaboraran pan, recogieran frutas e hicieran la comida para los caballos…”

 

Al mismo tiempo, para que las nuevas Misiones tuvieran un “orden adecuado” (o sea representación de la Iglesia y de la Corona…), apareció también la figura del Encomendero, quien “autorizado por la propia Corona Española, se encargaba de repartir los indios de la comarca para la realización de determinados trabajos, según sus necesidades productivas y personales. Además gozaba de la facultad de exigirles tributo… y ofrecerlos como moneda de cambio, convertible en oro…”

 

Durante los siguientes doscientos años, la cultura indígena se “civilizó”. Se convirtió a un pseudo-catolicismo que escondía parte de sus creencias, mitos y rituales originales. Pero a medida que pasaba el tiempo, eso que estaba escondido se iba “escondiendo” hasta de ellos mismos.

 

Para no hacer esta parte del cuento tan larga, aquí va entonces un resumen de lo que pasó en los últimos 100 años:

 

Con las independencias de los diferentes países americanos del yugo europeo, los nuevos gobiernos tomaron decisiones increíbles acerca de los territorios indígenas y sus pobladores nativos. La mayoría de las tierras las convirtieron de la noche a la mañana en tierras del estado y repartieron la tierra comunitaria en pequeñas parcelas, para que los indígenas también tuvieran acceso a la propiedad privada. Luego permitieron y fomentaron la compra de estas tierras por los grandes inversionistas que buscaban ansiosamente explotar los nuevos tesoros escondidos – el caucho y la minería.

 

Con el invento de los neumáticos por John Dunlop, el caucho pasó a ser el oro blanco de la selva suramericana y aquí en Colombia, en frontera con Perú y Brasil, la cosa fue más o menos así:

 

“…La casa Arana fue fundada por unos colombianos, los Calderón y el pastuso Benjamín Larrañaga. Estos se asociaron a los peruanos Julio, Lisandro y Abel Arana y Carlos Seminario, para constituir la firma “Larrañaga, Arana y Cía.”, que más tarde se convirtió en “Arana Hermanos” y después en “The Peruvian Amazon Co.”, con sede en Londres…”

 

“…Los agentes de la Compañía obligan a los pacíficos indios del Putumayo a trabajar día y noche, sin la más mínima recuperación salvo la comida necesaria para mantenerlos vivos. Les roban sus cosechas, sus mujeres, sus hijos. Los azotan inhumanamente hasta dejarles los huesos al aire... Toman a sus hijos por los pies y les estrellan la cabeza contra los árboles y paredes... Hombres, mujeres y niños sirven de blanco a los disparos por diversión y en oportunidades les queman con parafina para que los empleados disfruten con su desesperada agonía ...".

 

En un período de 500 años, Colombia había perdido tres de sus raíces – la andina, la mesoamericana y la amazónica. Sólo le quedaba la raíz importada de la cultura occidental, primero española, y ahora anglosajona – el Sueño Americano.

 

Los Espíritus de Quetzalcóatl, Amaru y el Jaguar/Anaconda – los tres dragones de las culturas mesoamericana, andina y amazónica – habían sido derrotados y empujados hasta su último escondite. Los brujos y brujas que los conocían y los cabalgaban para volar por todas las dimensiones mágicas de la Tierra y el Cosmos, aparentemente, habían perdido toda su fuerza...


   
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V - Disney, Shark Week y Big Brother

 

Finalmente, con los éxitos romanos y europeos bien aprendidos y evaluados, en la América de los 40´s todo se perfeccionó aún más. El invasor y el potencial destructor de la inercia cultural protestante fundamentalista ya no era Napoleón. Ahora era Hitler y su nacional-socialismo en Europa y los protestantes fundamentalistas más fuertes veían cómo esa invasión podía tocarlos también a ellos y podía poner en peligro su “Sueño Americano”, que ahora estaba consolidado y fortalecido.

 

Por orden directa de Hoover, el FBI fundó la “Motion Picture Alliance for the Preservation of American Ideals “ y enroló a un genio del manejo mediático infantil en sus filas – desde los primeros años de la década de los cuarenta, Walt Disney fue reclutado por la agencia y en 1955 obtuvo el rango de “Special Agent Contact”.

 

Ahora, las historias medievales recopiladas por los hermanos Grimm eran genialmente llevadas al cine por Walt y sus amigos y un par de años después, el Mundo Mágico y todos sus arquetipos se convertían en el sueño turístico preferido de todas las familias del Mundo Occidental Moderno.

 

Las semillas, ahora masivas, empezaban a germinar y el sueño de Constantino, Calvino, Lutero, los hermanos Grimm, Hoover y los demás “protectores” siguieron dando sus frutos de condicionamiento invisible, al mejor estilo de lo presagiado por Platón en su “Alegoría de la Caverna”…

 

Con tal “programación”, los dragones y las brujas comenzaron a negarse a si mismos su poder, buscando torpe y afanosamente “adecuarse” al mundo urbano, sedentario y súper-tecnificado al que llegaron para esta nueva ronda. Y los espíritus cósmicos y naturales debieron sentirse un poco aburridos, pues ya casi nadie negociaba nada con ellos. Habían pasado de ser protagonistas de la vida cotidiana de los seres humanos y de sus comunidades durante prácticamente toda la existencia de la humanidad a ser negados hasta por los pocos que sabían interactuar con ellos, en un lapso de apenas unos cuantos siglos.

 

Decidieron entonces contraatacar con una nueva estrategia. A partir de los 50s y 60s comenzaron a incrementar, en un alto porcentaje, el número de niños con “capacidades especiales de conexión”. Coincidieron estos nacimientos humanos con el nacimiento de la “nueva era” – la Era de Acuario.

 

Pero los que manejaban a las masas vieron amenazadas las estructuras básicas de su poder y se defendieron también con toda la fuerza. La cosa era sencilla. No era la primera vez que aparecía alguien que se diera cuenta de la manipulación de las masas inconscientes por parte de los “caballeros y sus doncellas”. Ya varias veces durante todos los siglos de esfuerzos por desarrollar y afianzar sus estructuras de condicionamiento, de adormecimiento y de sometimiento habían tenido que hacer desaparecer a los que sabían demasiado.

 

Parte de la defensa consistió en argumentar racionalmente (su oficio favorito) la imposibilidad científica de la existencia y proliferación de estos niños índigo, arco iris, estrella, cristal,… y de neutralizarlos con ritalina y los demás “medicamentos” para el tratamiento de ADD y ADHD y con maquiavélicas armas psicológicas, llamadas IIIO (Invisible & Intangible Information Overload), enviadas en cantidades increíbles por todo tipo de aparatos y pantallas artificiales.

 

La alienación con lo natural y la fragmentación se transmitieron fácilmente por computadores personales, televisiones gigantes con millones de canales, I-pods, I-pads, I-phones,  videojuegos de todo tipo, etc. “El mundo artificial es más seguro – conéctate ya” – fue su lema de batalla. A los grandes los bombardearon con mensajes permanentes de peligro – “Terror Alert - Elevated!”, “Crisis Financiera Mundial”, “Pandemia del Virus Mortal”, “Tsunamis y Terremotos” y con mensajes de tranquilidad de que “nuestras tropas te cuidarán”. A los niños con mensajes terribles acerca del peligro de la Naturaleza – “¡Ojo, la naturaleza es mala, es tu enemigo, no te le acerques!” – se inundaron las pantallas con títulos como “Shark Week”, “Mega Depredadores”, “Garras y Colmillos”, “Encuentros Peligrosos”, “Los Más Letales”, “Venenos Mortales”, “Man vs. Nature”, “Sobreviví”,…

 

La nueva versión de los hermanos Grimm, ahora masiva y virtual, había convertido a toda la masa, hombres y mujeres, en asustadas e indefensas doncellas y al estado invisible en el Gran Caballero Salvador, único capaz de acabar con el mal y mantener el orden y la seguridad de las cosas, como también lo había vaticinado George Orwell en su novela “1984”.

 

Así las cosas, aunque siguieron naciendo niños con “programación avanzada”, con capacidad de conexión con los Espíritus de la Tierra y del Cosmos y muchos de esos niños crecieron y se volvieron adultos, con grandes potenciales listos para germinar y desarrollarse, en la mayoría de los casos sus capacidades seguían profundamente dormidas, latentes…

 

…y para despertar de esa latencia sólo serviría el Trabajo en Uno Mismo!


   
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VI - El Trabajo en Uno Mismo

 

Aunque el Trabajo en Uno Mismo sea diferente para cada individuo, podemos partir de unas bases comunes – unos cimientos – que facilitan el marco conceptual de este proceso:

 

Los tres requisitos

 

Una de las grandes pérdidas de todo este proceso fue la desaparición de los ritos iniciáticos genuinos de todas las culturas ancestrales, las cuales definen la vida como “una multiplicación del fractal del nacimiento” y en todas siempre han existido diferentes momentos en los que cada individuo pasa por esos “saltos cuánticos”. Pero se tienen que unir tres requisitos para que uno de estos procesos se pueda dar y es muy, muy difícil que eso suceda en nuestro mundo occidental moderno:

 

“Para que uno de estos ritos de iniciación se de, tienen que confabular tres cosas – una ventana de oportunidad, un maestro y la entrega ciega a sus instrucciones…”

 

La ventana de oportunidad surge cada cierto número de años, cuando hemos pasado un período largo de estabilidad y otro de crecimiento. “Estabilidad” es desarrollo lento en un mismo estado y “crecimiento” es preparación para la “revolución”. La revolución es entonces ese corto período en el que se abre la posibilidad de “saltar” a otro nuevo nivel de estabilidad.

 

Todo el proceso es similar al de la oruga, que primero vive por un largo período en ese estado, pero que luego, por un tiempo corto, pasa por su fase de crisálida, de salvaje metamorfosis, hasta salir estrenando alas en su nuevo estado de mariposa.

 

El primer problema es que, a diferencia de la oruga, nosotros podemos escoger “no saltar”. La fase de crecimiento, el aviso de que se está abriendo la ventana de la revolución se reconoce por la “incomodidad” – no estamos satisfechos con lo que hasta ese día nos parecía que nos funcionaba bien – queremos cambiar de ropa, de colores preferidos, de trabajo, de pareja, de amigos, de hábitos.  Pero como el condicionamiento más fuerte del Mundo Occidental Moderno es el apego a la estabilidad, nos da miedo soltar lo conocido, lo “cómodo”, así no sea lo que más valor nos genere.  Sin darnos cuenta nos aferramos a la estabilidad. Y también sin darnos cuenta, se cierra la “ventana de oportunidad” para saltar. Y nos devolvemos a la estabilidad inicial con un sentimiento de frustración que no podemos comprender…

 

Asumamos que la persona si reconoce la aparición de esa “ventana de oportunidad para saltar”.  En ese momento,  generalmente aparece sincrónicamente también un maestro. El maestro es una persona que ya ha hecho ese salto en varias ocasiones y que sabe como “guiar” a otros a saltar. Pero el segundo problema que surge es que cuando aparece, muchas veces no lo reconocemos o no le creemos. Las dos primeras variables no se “cruzan” y la ventana se cierra.

 

El más difícil de los requisitos es el tercero. Asumamos que la ventana se abrió, que el maestro apareció y que nos invita a “saltar”. Es ahí donde todo termina, pues nuestra mente, nuestra razón que todo lo quiere entender, que todo lo desconocido lo quiere controlar o destruir, hace lo suyo – pregunta, pregunta y pregunta - ¿Por qué, para qué, cómo, cuándo, dónde…?

 

Y como la razón pertenece al mundo de la estabilidad, donde todo es y está controlado, pero no cabe en la revolución, el maestro reconoce instantáneamente que esa persona no está lista para la “irracionalidad” de un salto iniciático. Desaparecen la ventana, el maestro y la oportunidad.

 

La hipertrofia de la razón

 

Y si a ese apego cultural a la estabilidad, que surge desde el momento mismo del nacimiento, le sumamos todo nuestro entrenamiento académico temprano, comenzamos a darnos cuenta lo hipertrofiada que está nuestra razón y por lo tanto la atrofia de nuestros otros cuerpos:

 

No sé cómo habrá sido para los demás, pero asumo que su entrenamiento básico en ciencias naturales tuvo los mismos pilares que los que a mi me dieron en mis primeros años de vida.  Galileo, Bacon, Descartes, Newton y toda una oleada de científicos de la razón:

 

“…cualquier intento por usar las percepciones sensoriales subjetivas aleja a las personas de aprender algo verdaderamente valioso acerca del mundo, pues lo cuantificable a través de las matemáticas es el único lenguaje válido para comprender y controlar la naturaleza…” - Galileo

“…la naturaleza debe ser forzada y moldeada fuera de su estado original, para así poder recibir órdenes del hombre y trabajar bajo su autoridad para expandir el dominio humano sobre el universo físico…” – Francis Bacon

 

“…el mundo material es un simple aparato mecánico – el mundo que vemos y sentimos alrededor nuestro no tiene ningún tipo de espíritu y no es nada más que una gran máquina muerta, desemocionalizada, que podemos manejar y controlar a través del ejercicio de nuestro intelecto… Lo único que posee espíritu y subjetividad no-mecánica es la inteligencia humana… Cualquier cosa de la naturaleza puede ser comprendida completamente al estudiar el funcionamiento aislado de sus partes…” -  Descartes

 

Luego apareció el “cálculo” de Newton – las matemáticas que nos daban la confirmación final de que el mundo natural no era más que una inmensa máquina cuyo comportamiento era totalmente predecible y explicable a través de cuantificación, reduccionismo y experimentación sistemática.

 

Sin darnos mucha cuenta, nos convertimos en buscadores de datos cuantificables y de procesos mecánicos a través de la razón.  Nosotros mismos nos encargamos de separar la mente racional del resto de nuestro entorno natural y cósmico y sin darnos cuenta dormimos nuestra emocionalidad, nuestra sensibilidad y nuestra capacidad de conexión de nuestro cuerpo emocional, nuestro cuerpo físico y nuestro cuerpo espiritual.

 

Y también sin darnos cuenta, comenzamos a aplicar ese mismo proceso científico a todos los ámbitos de nuestras vidas – a nuestra salud, a nuestras relaciones, a nuestra interacción con nuestra Realidad Suprema, a nuestros sueños, a nuestro destino…

 

¡Darnos cuenta!

 

Entonces, el “trabajo en nosotros mismos” tiene un comienzo muy claro - ¡Darnos cuenta!

Y al darnos cuenta podemos comenzar a “trabajar” de nuevo en nuestro cuerpo físico para disfrutar de toda su sensorialidad, su sensualidad, en nuestro cuerpo emocional para abrazar con toda la pasión todas las emociones adecuadas a las que tenemos acceso, en nuestro cuerpo espiritual para re-conectarnos con todos los planos…

 

Y podemos reconocer nuestro cuerpo energético, que es el que alimenta e integra los demás, para cultivarlo con toda nuestra intención y toda nuestra disciplina…

 

Y así, nuestro cuerpo mental, con toda su capacidad racional entrenada por tanto tiempo, puede asumir su verdadero papel – el de ser un canal más para unirse con los otros cuerpos y ayudarnos a desarrollar cada vez más consciencia - cuando nos damos cuenta que nos dimos cuenta - más libertad y más plenitud.

 

El camino del Trabajo en Nosotros Mismos es entonces muy simple – es “saltar” de la inconsciencia a la consciencia, a la libertad y a la plenitud.


   
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VII – De Brujos y Dragones

 

Me he encontrado con muchos dragones y muchas brujas desde que me di cuenta que estaban escondidos en todas partes. Los he visto en los sitios sagrados del lejano Oriente, en las montañas mágicas, las selvas y los pueblos encantados de nuestro continente y, de vez en cuando, también me los he encontrado camuflados en el mundo occidental moderno, en plena vida sedentaria, urbana y súper-tecnificada. Algunos se reconocen más fácilmente que otros, aunque todos son expertos en el “arte del camuflaje y del acecho”, convirtiéndose de un momento a otro en personajes totalmente distintos y muchas veces misteriosamente inentendibles.

 

Del primero del que voy a escribir, cosa que dude por un buen tiempo, aprendí muchísimo durante 16 años en los que permitió acercarme y aprender de él. De la misma forma misteriosa e inexplicable que apareció en mi vida, así mismo salió, cortando esa relación con su "espada cercenadora" – cosa típica de los dragones.

 

Lo que escribo a continuación es sólo una interpretación subjetiva de mi perspectiva de algunas cosas que viví con él durante esos años. No pretendo ni que sea verdad, ni que sea un “manual de uso” de ningún tipo.

 

La primera vez que lo vi lo apodé Fumanchú, como el villano de la célebre película de Peter Sellers. Yo no tenía ni idea cómo “Fumanchú” cambiaría mi vida. Me encontró, me midió, me “hechizó” y a partir de ahí comenzó todo su proceso gradual y largo de entrenamiento para enseñarme a “ver las cosas como son”, a entender que “saber y creer son lo mismo”.

 

Este personaje, al que llamaré “El Sr N” – pues para él es muy importante mantenerse “bajo el radar” - es uno de esos hombres al que no se le puede calcular su edad con certeza exacta.

 

Venía de nadar las turbulentas energías del conocimiento Inca en el corazón de Perú e iba de regreso al Mundo Maya. Pero no era ni Inca ni Maya. Era una mezcla sinérgica, fantástica, científica y mística, de todas partes, de todos los tiempos. Hablaba con certeza total, con asertividad única. Si le preguntaban, por ejemplo - “Sr.N, usted qué opina acerca de…” , su respuesta era “¡Yo no opino! ¿Quieres saber cómo es?”

 

Y en conversaciones abiertas, después de oír con atención por un buen rato, la mayoría de las veces usaba una respuesta en tres partes – una negación directa, una ampliación inesperada y una aseveración final de calma: “¡No…! Sabes, la cosa es así… ¡Tranquilo!”  Después de eso se reía con fuerza, prendía un cigarrillo y asentía con la cabeza para sí mismo, con la satisfacción de saber que de nuevo había ampliado el tema a otras dimensiones a las que yo nunca hubiera llegado, mostrándome posibilidades que yo nunca hubiera conectado.

 

De su origen y de su pasado no había nada totalmente claro. Se tejían muchos cuentos acerca de su procedencia y de su entrenamiento, pero ninguno se sabía a ciencia cierta si era real o no. Porque en él todo era así – una combinación siempre cambiante entre ciencia y fantasía, pero una fantasía plausible, entre el mundo como lo conocemos y los miles de mundos míticos que con él parecían más cercanos. Todo con él hacía como que lo real y lo aparente cambiaran de rol. Lo que yo siempre había aceptado como “la verdad” se desbarataba y se convertía en apariencia y todo lo fantástico, lo mítico y lo místico, lo imposible se afirmaba más y más, volviéndose cada vez más cercano, más natural.

 

Viajando por las tierras rusas, su país natal (o al menos eso nos hizo creer…), conocí un día a un amigo suyo de juventud. Habían crecido y estudiado juntos hasta que su propio abuelo le había prohibido seguir la carrera militar y lo había enviado a estudiar medicina y luego siquiatría en la universidad. Ahí se habían separado sus caminos, pero seguían siendo muy buenos amigos a distancia. Su amigo de juventud si había seguido en las fuerzas militares y ahora era un oficial retirado de la KGB.

 

Hablé con el oficial por teléfono y, después de un interesante intercambio de frases en varias lenguas, logramos establecer que el alemán era el idioma mutuo por el que nos podíamos comunicar. Nos encontramos en el lobby del Pribaltiyskaya, el hotel en el que yo estaba hospedado y seguimos el protocolo tradicional de presentaciones y conversaciones formales de dos personas que se ven por primera vez y que lo único que parecen tener en común es un conocido mutuo. Pero después de descubrir el gusto de ambos por el buen café, el buen tabaco y el buen licor, empezamos a compartir más abiertamente acerca de la relación de cada uno de los dos con el Sr.N, conversación que se extendió por dos días completos. Cuando ya me estaba despidiendo de él para seguir mi viaje, me miró seriamente y me dijo:

 

“Sabes, como oficial retirado del ejército y como exagente de inteligencia de la KGB, te puedo decir que el Sr.N está catalogado en nuestros archivos como uno de los tres mejores especialistas del mundo en su ciencia, en la actualidad. Y eso no lo digo como su amigo, lo digo porque es lo que dice el gobierno de mi país. Creo que en tu país nadie sabe quién es el personaje que tienen. Sin duda es una de las grandes pérdidas intelectuales que nosotros hemos tenido en toda nuestra historia…”

 

Brindamos de nuevo a la salud del Sr.N y nos despedimos con un abrazo.

 

Conocí al Sr.N en un café esotérico en el norte de Bogotá el 12 de mayo de 1.996 a las 7:00 de la noche. Por “casualidad” me invitaron a que aprovechara una cita vacante, pues el médico que venía a entrevistarse con él había cancelado a última hora . A regañadientes acepté, pues la única razón por la que iba permanentemente a ese sitio era porque un alemán amigo mío, co-propietario de esa librería-centro-café, era un excelente barista y me encantaba su espresso.

 

Mi amigo me invitaba siempre a que conociera a sus más recientes invitados – algún chamán guatemalteco que andaba de paso o algún pseudo-chamán urbano con conocimientos de tarot, aromaterapia, feng shui, astrología maya, animales de poder, quiromancia,… que había adoptado por unos días para ayudarle a “desvararse”. Y realmente yo en poco (o nada) de eso creía. La mayoría o eran unos indígenas raros a los que yo no les entendía nada o sentía que eran unos mochileros charlatanes, queriéndose aprovechar de los inocentes clientes que buscaban un buen café.

 

Cuando finalmente accedí a entrar a la cita, me encontré con “Fumanchú”, con su chivera larga y sus ojos rasgados y con un médico colombiano que le “traducía” de su “español salvaje” al castellano. Para no entrar en detalles, el Sr.N me examinó utilizando el diagnóstico del pulso tibetano con sus dos manos y, un minuto después de conectarse con mis muñecas, me recitó la historia clínica completa de todos mis problemas físicos, emocionales y mentales que había tenido hasta ese momento, sin fallar ni saltarse ni uno solo. Luego continuó con la historia clínica de mis papás y terminó con mi “futuro” clínico – la historia de lo que iba a tener en los siguientes años. Ahí, asustado, lo paré y le dije que prefería no saber más. Como siempre, prendió un cigarrillo, echó algún chiste acerca de la simpleza de la vida y se echó a reír. Tomamos café juntos con mi amigo y me fui entre sorprendido y confundido. ¿Qué había pasado ahí y quién era ese personaje?

 

La segunda vez que vi al Sr.N fue en el aeropuerto de Santa Marta. Nos habíamos puesto cita ahí, para arrancar un viaje a Ciudad Perdida, en el que yo sería su “guía”. Era diciembre 28 de 1996, Día de los Inocentes, un nombre muy apropiado para ese nuevo encuentro definitivo, pues en ese momento aún estaba convencido de que sería yo quién lo guiaría a él.

 

Aunque desde el primer momento el Sr.N me impresionó con la manera como hacía todo, la primera gran sorpresa me la dio cuando llegamos al campamento de la segunda noche. En ese tiempo, el sitio se llamaba “Dónde Gabriel”, refiriéndose al propietario y anfitrión de un par de techos grandes donde se guindaban las hamacas y donde había un par de fogones de leña para cocinar sancocho. Quedaba casi a una hora de Mutanzhi, la primera aldea Kogui que aparece en el camino, justo cuando se llega finalmente al río Buritaca.

 

Después de bajar los morrales, descansar las piernas nadando en los chorros del río y buscar hamaca, nos sentamos en una mesa de tablas rústicas a tomarnos un café cerrero. En ese momento se me acercó nuestro guía local, con el que ya había subido por ese camino muchas veces antes, y me dijo que los indígenas me estaban buscando en la entrada al campamento. “¿Buscándome? ¿Los indígenas? ¿…y eso?” – me pregunté y le pregunté. Él tampoco sabía qué querían y me fui con él a ver qué pasaba.

 

Eran como veinte, entre niños, mujeres y ancianos, y un joven que parecía el líder y que hablaba español. Me saludo y me dijo que los Mamos le habían dicho que reuniera a todos los enfermos y que los trajera esa noche a ese sitio, pues ahí los curaría a todos un sanador que venía subiendo.

 

Y seguí preguntándome aún más:

 

¿Un sanador que viene subiendo? ¿Y los Mamos, que viven a varios días de distancia montaña arriba, cómo saben que el Sr.N viene subiendo? ¿Y cómo saben quién es y dónde va a estar esta noche? ¿Y que los va a curar a todos? ¿Y qué le voy a decir al Sr.N, si yo se que él acaba de llegar a Colombia anoche, que su español todavía no es fluido, que…?

 

Me fui a contarle lo que pasaba y con toda la tranquilidad y con toda la certeza me dijo – “¡Claro, diles que pasen!”  Entraron y los atendió a todos, uno por uno. Se comunicaron de español a español, conmigo como “interprete” y así me tocó “traducir” veinte “tratamientos” de español Kogui a “español salvaje” del Sr.N y vi, de primera mano, veinte “sanaciones milagrosas”. Cuando terminó de atenderlos a todos, los indígenas se despidieron y se fueron y el único que seguía totalmente asombrado, sin entender nada, era yo. Para los indígenas y para el Sr.N todo había sido normal, como “destinado” a que sucediera de esa manera.

 

Lo otro que me llamó muchísimo la atención fue un “aparatico” que el Sr.N utilizó en esas curaciones. Era una manija de madera, del tamaño de una crayola, de la que salía una especie de hélice de alambre grueso, con siete vueltas en la mitad. Como una “matraca” con un resorte en medio, que giraba de formas diferentes en su mano izquierda cuando él tocaba con su mano derecha alguna parte del cuerpo de alguno de sus “pacientes”.

 

De ahí en adelante, a cada campamento al que llegamos, todas las noches llegaron más y más indígenas, “traduje” más y más sanaciones milagrosas y me generó más y más curiosidad la “matraca mágica” del Sr.N. Él la usaba para examinar a sus pacientes, para calcular la edad de piezas arqueológicas, para buscar las entradas secretas a cavernas escondidas, para “descubrir misterios” que iban destapándose mágicamente ante mis ojos.

 

Y la noche del 31 de diciembre, sentados bajo las estrellas en la plataforma central de Teyuna – la Ciudad Perdida de los Tayrona – le pedí que me contara qué era. Me explicó que era una ramka, una herramienta clásica de radiestesia, una especie como de péndulo, que le ayudaba a tener información de todo. La sacó de uno de los bolsillos de su chaleco y me mostró, de nuevo, cómo funcionaba. Le pregunté si podía ensayarla y con una sonrisa me la entregó.

 

Ensayé con mi mano izquierda. Luego con la derecha. Luego sentado, parado, con los ojos abiertos, con los ojos cerrados, con uno abierto y el otro cerrado, de mil maneras… Y nunca se movió, nunca giró. El Sr.N, con su sonrisa paciente, me dijo que tenía que vaciar mi mente de todos los pensamientos para que funcionara. Seguí ensayando por varios minutos hasta que decidí devolvérsela, notablemente frustrado. ¡La matraca no funcionaba!

 

Gradualmente fui aceptando que el problema no era la matraca – el caso era que eso de la “matracología” a mí no se me daba.

 

Pasada la media noche, sentados aún bajo las estrellas en la plataforma central de Teyuna, me preguntó si quería aprender a usarla, a lo que obviamente le contesté que sí. Y comenzó así el año 1997 con una invitación, que yo aún no entendía que me cambiaría las bases de todos los postulados que hasta ahí regían mi manera de relacionarme con todos y con todo – “Si quieres, nos vemos en febrero para un “taller” que pienso hacer…”.

 

Había lanzado su línea, su anzuelo y su carnada y yo, sin siquiera pensarlo, me había tragado las tres hasta el fondo…


   
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VIII - La Iniciación

 

Me hubiera gustado saber desde el principio lo que era un rito de iniciación, lo que iba a pasar, lo que significaba,… Pero no fue así.

 

Llegué al encuentro con el Sr.N el martes 4 de febrero del 97. Me preguntó si estaba “listo” y yo, con tal de aprender “matracología”, dije que estaba dispuesto a lo que fuera. Me mandó entonces a ayunar los siguientes tres días y volver el sábado 8. Yo le pregunté si ayunar era comer poquito durante esos días y riéndose me explicó que debía tomar sólo agüita – “…pero tienes la opción de que sea caliente o fría…”. Era la primera prueba y sin saber por qué no pregunté nada más.

 

Llegué el sábado por la mañana, después de mis tres días de ayuno y me encontré con un grupo pequeño de personas desconocidas para mi, que también habían caído en la “trampa” del Sr.N. De entre mis compañeros, recuerdo bien a un abogado guajiro y a un músico húngaro. Como en ese entonces el Sr.N no hablaba aún muy buen español, sus indicaciones fueron muy simples:

 

“Si comienzas, ya no puedes parar sino hasta el final. Si interrumpes antes de concluir, el resultado será una muerte horrorosa y dolorosa en menos de dos años. ¡Adelante con Fuerza!”

 

El proceso salvaje de retorno al momento de mi nacimiento, el borrón de la falsa interpretación de muerte grabada en ese momento en la memoria de cada célula de cada tejido de mi cuerpo y el regreso a esta realidad se repitió muchas, muchas veces durante todo el fin de semana y concluyó el domingo por la noche. Exhausto, pero con una luz interna de plenitud y de fe, regresé a mi casa. Debía mantener mi ayuno tres días más. El jueves ya podría comenzar a comer de nuevo, siguiendo una dieta rigurosa de cero harinas, cero azúcares y cero huevos. No entendía nada, pero tampoco me surgía ninguna pregunta.

 

Había sobrevivido al experimento del primer rito iniciático grupal – el Amrita Bardo Thödol -conducido por el Sr.N, quien había encontrado una manera de unir su conocimiento ancestral con la tecnología moderna para multiplicar ese tipo de procesos en más personas. Pero el verdadero proceso de “conejillo de Indias” apenas comenzaba. No sabía que los cambios de nueve procesos internos diferentes, que se habían disparado durante ese fin de semana, se desarrollaría simultáneamente y a velocidades diferentes durante los dos siguientes años. Era el comienzo de mi “Montaña Rusa” y no entendía qué había pasado con mi “Taller de Matracología”. “El Sr.N me había metido gato por liebre” – pensaba.

 

Después de mi experiencia en esa locura, fui entrenado por el Sr.N para acompañarlo como “partero” en muchos procesos similares y pude participar a su lado en treinta ritos de iniciación, con un total de algo más de 1.000 personas. Nos entrenó para asistir a la muerte y renacimiento de los participantes y para acompañarlos en sus momentos más difíciles, sus guerras interiores de antes, durante y después de los procesos con él…


   
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IX - La Guerra Interior

 

Cada tejido, cada órgano, cada sistema se renueva todo el tiempo en nuestros cuerpos, pero cada uno tiene sus propios ritmos, sus propias velocidades de cambio. El proceso de renovación más rápido es el de las células de la sangre, de las mucosas y de los otros líquidos del cuerpo. Estas se remplazan cada 56 días, aproximadamente. El proceso de renovación que más tiempo requiere es el del tejido óseo y el de la memoria kármica – dura 24 meses. Entre el más rápido y el más lento hay otros siete procesos, cada uno con su propia velocidad.

 

Así las cosas, después del fin de semana del 8 y 9 de febrero, comenzó la montaña rusa de renovación simultánea y asincrónica de esos nueve tejidos, en la que cada célula que se renovaba “nacía” con un nuevo postulado – “Estoy viva, no estoy sobreviviendo. Mi vida es Consciencia, Libertad y Plenitud”. Y aunque esto sonaba muy fácil y muy positivo, lo que realmente estaba ocurriendo dentro del cuerpo era una guerra entre las células renovadas, con nueva información, y las que todavía seguían con la información previa. Además, la guerra iba cambiando de simetría de acuerdo al tiempo que iba pasando, pues el porcentaje comparativo de células nuevas iba creciendo y el de células con información vieja iba decreciendo, pero al principio y hasta cierto momento de quiebre, las de “información vieja” seguían siendo la mayoría. Se sumaba a esto que esa mayoría inicial tenía a la razón a su favor, que aprovechaba indicadores externos de condicionamiento que “comprobaban” permanentemente que las células de “información nueva” eran las equivocadas.

 

En ese momento yo vivía en una finca cerca a Villa De Leyva y trabajaba la mayoría del tiempo al aire libre, pero mis herramientas naturales ya habían sido programadas de forma desequilibrada:

 

Había pasado los primeros quince años de mi vida académica desarrollando mi mente intelectual bajo los parámetros del pensamiento científico alemán. Había entrado luego a la universidad a seguir pensando, esta vez bajo los parámetros de la Iglesia Católica y había viajado luego a estudiar a Estados Unidos. Antes de cumplir treinta años, mi mente racional había sido programada por los mejores – los alemanes, los curas y los gringos. Era una máquina de pensar, que cuestionaba cualquier cosa que tratara de entrar sin pasar por el filtro implacable de la razón – lo que percibía mi cuerpo, lo que sentía mi corazón o lo que intuía mi alma no existía si mi mente no daba permiso, analizándolo todo, pidiéndole explicación a todo, criticándolo todo y desmenuzándolo todo en sus ingredientes creíbles, entendibles, cuantificables.

 

Los sentidos de mi cuerpo, las emociones de mi corazón y especialmente la intuición de mi alma querían explorar lo que la ciencia convencional no aceptaba, pero la razón hipertrofiada era dueña y señora de las decisiones de mi vida. Les había robado toda la energía, y por lo tanto la posibilidad de crecimiento, a mi cuerpo físico, a mi cuerpo emocional, a mi cuerpo espiritual y a mi cuerpo energético.

 

La cosa era muy simple - la aproximación de mi razón a las experiencias de mi vida partía de la idea de que todo debía ser explicable y que por lo tanto lo “misterioso” era el enemigo – SABER PARA CREER. Mi razón prefería inclusive aceptar respuestas erradas a tener que admitir su propia incapacidad de entendimiento. Como Santo Tomás, veía sólo lo que creía. Y siendo así, la única salida que tenía era cambiar en lo que creía. Y para eso necesitaba un serio empujón externo, pues yo solo no iba a ser capaz de ganarle a mi propia razón.

 

Y al conocer al Sr.N había tenido la intuición clara e inexplicable de que él era el que me ayudaría con el empujón que necesitaba. Había pasado sus pruebas y había seguido sus instrucciones – ya había “saltado” – Había despertado todo el poder dormido de mi Cuerpo, de mi Corazón, de mi Alma y de mi Voluntad. Ahora venía la guerra interior. Pero esa era mía – de mi propia capacidad perceptiva, de mi propia capacidad emocional y de mi propia capacidad intuitiva recién despiertas para acabar con la dictadura de la razón. Pero además no era una guerra a muerte – la razón no podía morir – sólo debía entregar su dictadura y aceptar su papel de herramienta, sin protagonismo, sin locura, sin convertirse en enemiga. Y en esta guerra debía usar toda mi intención y toda mi voluntad para no volver a caer.

 

La primera semana mi guerra fue contra mi propia hambre y contra las críticas de mis compañeros, que no entendían ni cómo ni por qué tenía que seguir ayunando. El jueves, después de ocho días de ayuno, me levanté a desquitarme – a desayunar en grande. Me serví una montaña de huevos pericos con jamón, una buena taza de café y un vaso enorme de jugo de frutas. Pero el placer me duró apenas dos bocados de desayuno, cuando mi cuerpo extenuado por el esfuerzo de comer, cayó profundamente dormido sobre el plato mismo. Mi organismo era como el de un bebé recién nacido en un cuerpo de adulto, que tenía que aprender a hacer todo de nuevo. Tenía que vivir el desarrollo completo de mi vida entera en nueve ciclos simultáneos de entre dos meses y dos años – tenía que reaprender a vivir cambiando lo aprendido y a eso tenía que sumarle todo el potencial de aprendizaje de la tierra y del cosmos.

 

Conceptualmente, el proceso era maravilloso y profundamente simple – tenía la oportunidad de recuperar un millón de años de experiencias de la raza humana, grabadas en lo más profundo de mi memoria celular, 4.500 millones de años de experiencias de la Tierra, grabadas en alguna parte aún más profunda de mi ser y quién sabe cuantos millones de siglos de experiencias del Cosmos grabadas en mi Espíritu. Y en ese momento, ni siquiera sabía que eso era lo que tenía que hacer durante cada instante de los siguientes dos años de mi vida.

 

Por fortuna – y creo que guiados por el instinto de supervivencia y por la intuición mágica del alma – varias de las personas cercanas que compartían mi vida personal y mi vida profesional en ese momento se convencieron de los beneficios de los procesos del Sr.N y se iniciaron con él durante los meses siguientes. Conformamos entonces una especie de “comunidad de apoyo”, de “iniciados anónimos”, que nos acompañábamos mutuamente en ese proceso de descubrimientos y confirmaciones diarias. Ya no eran solamente nueve procesos internos, sino varias personas con procesos similares, pero en etapas diferentes de desarrollo, compartiendo y apoyándose.

 

Todo era una sorpresa, a veces mágica y a veces aterradora. Nos convertíamos en animales, primero en sueños y luego por las noches cuando estábamos aún despiertos. Nos sentíamos poderosos cuando volábamos como águilas o cuando nos movíamos sigilosamente como tigres, pero nuestras metamorfosis también pasaron por ratas, zarigüeyas, lagartijas, bagres, sapos y todas las manifestaciones posibles del subfilo de los vertebrados. Éramos un zoológico humano que peleaba, se gruñía, se perseguía, se atacaba,… hasta que las conversiones terminaban.

 

Experimentamos luego múltiples vidas pasadas, pero desafortunadamente la mayoría de las veces lo que yo tuve que “revivir” fueron los momentos finales de aquellas en las que había sufrido alguna muerte violenta – me mataron a golpes, con espadas, descuartizado, quemado,… y cada una de esas muertes la revivían muchas veces y con todo su dolor los músculos, los huesos y los nervios de esa parte de mi cuerpo, hasta que “el episodio era borrado de la memoria celular”.

 

Luego de revivir lo animal y lo humano comenzamos a aprender a conectarnos con los espíritus elementales de la naturaleza. A acercarnos y permitir que se acercaran, a conocerlos a interactuar con ellos, a diferenciar entre los que querían jugar con nosotros de manera amistosa y los que querían aprovecharse de nuestros cuerpos o robarnos energía. Y como casi siempre, este aprendizaje era a través de “prueba y error” – a través de golpes, dolores, sustos, chichones y moretones.

 

Cada vez que podíamos, buscábamos al Sr.N para compartirle nuestros descubrimientos, nuestras confirmaciones, y especialmente nuestras experiencias y nuestras dudas. Él generalmente se reía y luego nos ayudaba a seguir nuestras exploraciones con su reenfoques acertados. Pero esto era un arma de doble filo – teníamos dudas y sabíamos que si le preguntábamos al Sr.N, él nos “ayudaría”. Pero también sabíamos que cada pregunta generaba una nueva tarea, una nueva dieta, una nueva lectura extraña – más trabajo, más privaciones y más confusión.

 

Y aún conociendo el riesgo de preguntarle, sabíamos que cada tarea, cada lectura, cada dieta, por difíciles que parecieran, eran las herramientas ideales y personalizadas para el máximo desarrollo de nuestra consciencia, de nuestra libertad y de nuestra plenitud.

 

…Y también sabíamos que si no preguntábamos, él no nos buscaría para ofrecernos su ayuda. El guiaba a su manera, pero guiaba solamente a quien lo buscaba y para lo que lo buscaba…


   
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X - Las Tareas

 

Le hice al Sr.N muchísimas preguntas durante esos dos años (y durante los siguientes 16 que estuve aprendiendo de él, por supuesto…). Al principio, esperaba respuestas concretas a mis preguntas, pero me fui dando cuenta que no iba a ser así, que su “metodología” no era la que yo conocía, ni la que yo esperaba. Me llamó mucho la atención que en varias ocasiones me respondiera que esa no era la pregunta adecuada – “Pero como va a saber él cuál es la pregunta adecuada, si soy yo el que está preguntando…? “– pensaba.

 

Otro día, cuando le pregunté algo, me dijo – “¿Esa es tu pregunta? ¿Y si sólo tuvieras una última oportunidad de preguntarme una sola cosa más, la gastarías en esa pregunta?”.

 

También le oí decir alguna vez que había muchos tipos de preguntas, por ejemplo las preguntas de demostración – cuando el que pregunta ya sabe la respuesta y sólo quiere mostrar que sabe; las preguntas de confirmación – cuando el que pregunta ya sabe la respuesta, pero aún no ha completado todas las perspectivas para “creérsela”; y las preguntas esenciales – esas que no nos dejan dormir por ausencia de respuesta.

 

Así, el simple hecho de cuestionarme las preguntas que iba a hacerle se convertía en un proceso maravilloso de descubrimientos y de confirmaciones, de diálogos imaginarios con el Sr.N – en los que por lo general lo veía riéndose paciente y burlonamente de mí – que hacían que estuviera presente aún cuando no estaba cerca.

 

Pero a veces respondía a las preguntas. No lo hacía con una respuesta concreta, sino con una tarea, definida de forma muy simple, para que yo mismo encontrara mucho más que la respuesta racional, limitada, lineal que esperaba.

 

Un día, por ejemplo, le hice una pregunta y su respuesta en forma de tarea fue - “Cada tercer día cuenta el número de respiraciones que hagas”.

 

Y yo me pregunté inmediatamente:

 

¿Cómo así que cuente el número de mis respiraciones?

¿Y cómo así que cada tercer día?

¿A qué hora comienzo?

¿Y a qué hora termino de contarlas?

¿Y para qué?

¿Y cómo hago cuando esté comiendo, o hablando, o trabajando,…?

¿Y qué pasa si se me pierde la cuenta?

¿…?

 

Pero cuando le iba a preguntar todo eso, el Sr.N ya no estaba. Ese mismo día practiqué un poco eso de contar respiraciones y me di cuenta que era desesperante, que perdía la cuenta con facilidad, que no podía concentrarme sino en eso para que me funcionara. Al día siguiente comencé con mi tarea y durante los siguientes “terceros días” ensayé diferentes maneras de enfoque para no perder la cuenta – contando de diez en diez, de cien en cien, con una exhalación profunda cuando llegaba a dobles dígitos iguales (11, 22, 33, 44,…), con promedios por minuto o por hora, anotando con una rayita en un papel cada vez que llegaba a cierto número, sumando promedios cuando se me olvidaba contar, etc.

 

Y la tarea me obsesionaba y me frustraba cada vez más - las personas cercanas ya sabían que ese era un “día de conteo”, porque me ponía de muy mal genio, trataba de estar solo, peleaba cuando me interrumpían mi silencio, me desconcentraba en todas mis otras tareas, comía mal, dormía mal la anoche anterior, andaba “ausente”, desconectado…

 

Un par de meses después fui a visitar al Sr.N y le conté cómo iba con mi tarea. Me preguntó qué había descubierto y no supe qué responder. Llevaba meses tratando de contar respiraciones y no sabía que debía descubrir nada con esa tarea. Sonrió y respondió – “Hmm, te falta mucho todavía… Sigue contando cada tercer día y comienza de nuevo cada vez que pierdas la cuenta.”

 

Ensayé nuevas “tácticas” para no perder la cuenta – me ponía metas y respiraba más rápidamente para cumplirlas y superar metas anteriores, me encerraba, cuadraba el calendario para que los “terceros días” cayeran en fechas en las que no tenía trabajo para poderme aislar,…

 

Un par de meses después, la instrucción del Sr.N fue – “Sólo cuenta; no fuerces la respiración; deja que sea el ritmo espontáneo que tu cuerpo tiene…”. Y pasé los siguientes meses contando cada tercer día, dándome cuenta que cualquier atajo, cualquier táctica no era sino una trampa contra mi mismo, que simplemente debía seguir las instrucciones – llevar la cuenta del ritmo natural de mi respiración y no perderla.

 

Más o menos un año después de comenzar la tarea, me despertaba por la mañana de un tercer día y mi mente ya estaba contando, ya llevaba 400 respiraciones, 500, 600,… Y podía comer, hablar, trabajar, jugar, dar una charla sin perder la cuenta. Y ya disfrutaba las metas que me ponía – “Hoy voy a llegar a 5.000 antes de dormirme…” – pensaba.

 

Un día, justo antes de una visita al Sr.N, me puse una meta retadora – “Tengo que lograr superar las 10.000 respiraciones sin perder la cuenta!” y esa noche me quedé dormido, con una sonrisa grande en mi cara, contando las respiraciones número 10.050, 10.051, 10.052… Legué a ver al Sr.N con la buena noticia y cuando orgullosamente le conté de mi hazaña, me respondió – “Muy bien. Sigue contando, pero ahora sin preocuparte por el número…”.

 

Empezó otro largo período de descubrimientos acerca del ritmo de mi respiración, de sus cambios, de la adaptación de ese ritmo y de su profundidad y su cadencia al entorno y al momento, a las situaciones, a las personas que estaban presentes, a sus emociones, a las emociones del entorno, a las emociones de cada momento. Mi respiración se convirtió en lenguaje, en comunicación, en herramienta de adaptación, de sintonización, de armonización con todas las otras “respiraciones” presentes en todas partes y a todas horas…

 

Cierto día, el Sr.N, sin preguntarme nada, me dijo – “Ya puedes dejar de contar. Ya sabes para qué es tu respiración…”. Y ese día si hablamos de respiraciones - de la respiración intuitiva, de la directa, de la reversa, de todas las técnicas clásicas de respiración, de cuales se usaban para sanar, para recargar, para dirigir la energía a diferentes cavidades, a diferentes partes,…

 

Comprendí, pero no sólo a nivel racional, que hay respiración inconsciente y respiración consciente. Confirmé que la respiración consciente se divide entre respiración natural y respiración forzada. Vi que prácticamente todas las técnicas de respiración son variaciones de “respiración forzada” y aprendí a volver a sanar el cuerpo “respirando conscientemente y naturalmente” siempre después de cualquier “respiración forzada”. Entendí por qué en las artes marciales internas los maestros insisten en “disfrutar de la respiración” – una manera simple y directa de invitar a respirar espontánea y conscientemente. Sentí cómo el cuerpo respira con todo y desde todas partes y cómo respira energía vital y no solamente aire a través de su sistema respiratorio…

 

Y como con la respiración, las tareas para interiorizar y aprender a usar lo que comía, lo que tomaba, lo que soñaba, lo que hablaba,…, fueron similares – experiencias profundas y simples que me llevaban a hacer mis propios descubrimientos, que al compartirlos con el Sr.N nos abrían nuevos e inimaginables niveles de conversaciones fantásticas. No planteaba hipótesis para analizarlas y luego experimentarlas. Me ponía tareas que me llevaban a experiencias en las que interactuaban simultáneamente mi capacidad perceptiva, mi capacidad emocional, mi capacidad intuitiva, mi voluntad, mi intención y esa sinergia le daba conocimiento vivo a mi razón – todo lo que había estado fragmentado comenzaba a integrarse...


   
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XI - La Ley de la Resistencia

 

Cuando comencé a integrar un poco más mis cuerpos - físico, emocional, mental, espiritual y energético - a través de sus tareas, el Sr.N me guió entonces a un nuevo nivel de desarrollo a través de la “Ley de la Resistencia”. El concepto era muy simple, estaba en todas partes, pero como él siempre repetía – “Cuando Dios quiere que los seres humanos no vean los grandes secretos, se los esconde al frente de sus narices…”. Por supuesto, yo tampoco lo había descubierto, y obviamente no me había empezado a apropiar de él hasta integrarlo. Dentro de las conversaciones que tuvimos al respecto, en esencia recuerdo más o menos lo siguiente:

 

El invento de la bombilla incandescente (que casi todo el mundo asume que fue de Tomás Alva Edison…) se basa en un concepto muy simple – hacer que los electrones de una corriente eléctrica encuentren “resistencia” al entrar a un filamento de wolframio, calentándose hasta la incandescencia y produciendo luz.

 

Todos usamos luz eléctrica todos los días sin pensar siquiera en su funcionamiento esencial y más aún sin darnos cuenta que detrás del invento práctico hay un postulado importantísimo para nuestro desarrollo integral – la ley de la resistencia.

 

Los electrones de la corriente eléctrica deben hacer un “esfuerzo” por seguir su curso al encontrar “resistencia” y es justamente eso lo que genera que aparezca el calor y por consecuencia la luz.

 

Lo mismo ocurre con la energía de la Tierra y su necesidad de equilibrio frente al Sol. Pocas personas se dan cuenta que durante el perihelio (la distancia más corta entre el Sol y la Tierra), cuando el Sol ejerce su mayor influencia sobre la Tierra, esta debe “defenderse”, haciendo un mayor esfuerzo “yin” (para equilibrar la fuerza “yang” del Sol). Este “esfuerzo” lo hace manejando su propia energía telúrica o “natural”, que básicamente está compuesta por la combinación de la energía termo-nuclear de su centro, por su electro-magnetismo y por su energía gravitacional propia. Este manejo de la combinación de sus energías propias genera como resultado que para toda la Tierra ese sea el momento en el que se manifiesta el “ciclo natural del proceso elemental Agua”, comparativamente el más “yin” de todos (que para el hemisferio norte haya invierno en ese lapso de tiempo depende más de la inclinación de la Tierra, que de este fenómeno…). Si la Tierra no luchara con su propia energía “yin” en ese momento, todo sería un desierto estéril, quemado, muerto por el “yang” excesivo del Sol.

 

Así las cosas, el esfuerzo propio para contrarrestar la resistencia es lo que genera que se despierte la energía complementaria que equilibra, que desarrolla, que lucha, que no se deja matar.

 

Esta Ley Universal, que aparece en todas partes en nuestro entorno natural, aunque sea tan simple y tan obvia, no la aplicamos en nuestra vida cotidiana, pues los paradigmas del Mundo Occidental Moderno invitan justamente a lo contrario:

 

Cuando desde niños aprendemos a “no gustar” de esto o de aquello, grabamos inconscientemente el hábito de hacer juicios y perdemos el de evaluar más objetivamente todas las situaciones. Todo se convierte en blanco o negro, bueno o malo, me gusta o no me gusta, me cae bien o me cae mal,..., y progresivamente exploramos sólo el extremo “bueno, blanco, me gusta, me cae bien”…

 

“Buscas lo que te gusta hacer y aprendes a hacerlo. Rápidamente, te enfocas más y más en eso que te gusta y sin darte cuenta, terminas haciendo sólo eso. Al enfocarte más y más en lo que te gusta hacer, inconscientemente vas armado una lista de lo que no te gusta, que obviamente no haces. Tu desarrollo comienza a hipertrofiarse hacia el lado de lo que “te gusta” y a atrofiarse hacia el lado de lo que “no te gusta”. Pero ese lado atrofiado de lo que no te gusta es muchísimo más amplio que el hipertrofiado. Mientras más aumenta la hipertrofia de lo que te gusta, más aumenta la atrofia de lo que no te gusta, más crece ese horizonte inexplorado y más se limita tu desarrollo integral…” – explicaba.

 

Con todo esto, sus tareas por lo general se enfocaban en “las cosas que no gustan” y era un experto en saber cuáles eran para cada uno. En esencia, resumía este tipo de tareas con una frase simple – “¡Busca hacer al menos media hora diaria algo que no te guste, hasta que aprendas a amarlo!”.

 

Un día estábamos hablando con alguien que nos contaba acerca de lo que le gustaba y lo que no le gustaba comer a sus hijos y él inmediatamente sentenció – “¡No puede haber nada que no le guste comer a un niño!” Explicó luego que la falta de consciencia de los padres es lo que permite que los niños aprendan a que la comida “no les gusta”. Cada alimento, cada sabor, cada textura,… tiene un valor enorme para la construcción del conocimiento. Por ejemplo, si un niño aprende a comer sólo carne de res y de esta sólo come lomito fino, esto equivaldría a que en su educación sólo le dieran una consonante o una vocal para construir su lenguaje. “Cada tejido diferente de cada órgano diferente de cada animal diferente es una “letra” diferente, con la que más adelante podrá construir su conocimiento”- explicaba; “…los niños deben aprender desde pequeños a comer hígados de conejo, pezuñas de cerdo, lenguas de gallo, ancas de rana, sesos de cordero,… y no solo pulpa de res… (lo mismo vale para las frutas, las verduras, los granos, los derivados lácteos… todo lo natural). No debe haber ninguna comida que no les guste, que no prueben, aunque puede haber muchas que les gusten mucho…”.

 

Otro día alguien me contó que el Sr.N iba a dejar la medicina para volverse “empresario”. Lo invité a almorzar y con mucha tristeza le dije que había oído que dejaría la medicina para dedicarse a ser algo que él no sabía hacer, que cómo era posible que uno de los mejores médicos del mundo fuera a dejar su fortaleza por algo que no conocía…

 

“Tienes razón en eso – no se nada de cómo ser empresario. Ya se cómo ser muy buen médico. Y eso no voy a abandonarlo. Pero ahora puedo aprender a ser empresario y me toca empezar desde cero. El ser humano que llega a creer que “ya sabe” se muere en vida; se convierte en un zombie, porque pierde su pasión. Todos debemos saber de todo, aunque no seamos buenos en todo, ni para todo. El ser humano que deja de aprender, muere…” – me respondió.

 

Y luego complementó – “El ser humano integro debe ser independiente. Sólo así tendrá libertad. Debe saber hacerlo todo. Sólo en ese momento puede buscar a otros con quienes interdepender, pero no por debilidad o por incapacidad, sino por eficiencia…”.

 

Aunque me puso muchísimas tareas “cortas” relacionadas con esto de la ley de la resistencia, como por ejemplo la de cortar el pasto de un jardín con unas tijeritas de esas pequeñitas de doblar, hasta tener la paciencia de gozarme la ineficiencia del proceso, hubo una tarea que duró mucho más tiempo:

 

“Hay personas # 1, # 2, # 3 y # 4. Los # 2 y # 3 siempre quieren ser # 1, los # 4 están resignados con su papel y no pretenden cambiar. Pero con los # 1 pasa también algo similar. Están tan satisfechos con ser # 1, que no quieren ser # 2, # 3 o # 4 – ni siquiera se lo cuestionan… Desde hace mucho tiempo, tú sabes ser # 1. Aún sin ser el hermano mayor de tu familia, siempre has sido # 1 y así ha sido en todo. Y como no sabes ser # 2, 3 o 4, eso te ha generado muchos conflictos. Debes aprender a ser # 2, 3 y 4 también, sin perder la capacidad natural de ser # 1…”

 

Conceptualmente me quedaba clarísimo lo que explicaba el Sr.N. Pero como siempre, o explicaba el objetivo de una tarea, pero no daba el camino para cumplirla o daba la tarea misma, pero no explicaba la razón de esta. ¿Cómo, dónde, con quién iba a aprender a ser # 2, # 3, # 4? Cuando presté mi servicio militar había tenido problemas por tener que seguir un conducto regular dentro de una estructura jerárquica súper rígida, en la que, desde mi punto de vista, la autoridad muchas veces no era “legítima”. Algunos dragoneantes, cabos, sargentos o algunos oficiales tenían mando sobre mi, aunque yo creyera que no tenían ninguna característica de autoridad legítima que hiciera que yo los respetara naturalmente y por lo tanto aceptara su guía y sus órdenes. Desde mi perspectiva, no tenían “derecho” a darme órdenes incuestionables, si no tenían una experiencia o un conocimiento que a mi me convenciera de su autoridad legítima. Como consecuencia, así hubiera sido condecorado dos veces siendo apenas soldado (# 1…), había terminado en arresto severo en el calabozo por diez días consecutivos, por no saber ser # 2, # 3, # 4… Pero mis días de servicio militar habían terminado hacía mucho tiempo y desde ese momento había escogido trabajar independientemente o liderando algún grupo, de manera que no tuviera que aceptar la guía y las órdenes de nadie más. Había diseñado mi vida profesional para no tener que ser # 2, 3 o 4 nunca más…

 

En el 2001 entré como instructor certificado a la Escuela Shaolín Wahnam, bajo la dirección marcial y la jerarquía militar de su fundador, el gran maestro Sifu Wong Kiew Kit. Al igual que en el ejército, una escuela de artes marciales internas está estructurada por antigüedad, lo que hace que aquel que se haya iniciado en las artes Shaolín antes que otro sea más “antiguo” y por lo tanto su “senior” en todo sentido. Jerárquicamente, está Sifu como cabeza, su “Council of the Elders” como grupo senior de asesores, sus “Head Instructors” regionales y luego los instructores certificados (sifus) y Chi Kung healers, los “appointed instructors”, los “assistant instructors” y los diferentes practicantes de cada sifu. Hay además comités para el Warrior Poject, el Scholar Project, el Charity Project,… – toda una pirámide jerárquica con claros # 1, 2, 3 y 4 establecidos y determinados por “seniority”, no por sus capacidades, experiencia o conocimiento, sino por su “antigüedad”. ¡La organización perfecta para aprender a nadar las aguas de los # 2, 3 y 4, hasta amar cualquiera de esos papeles!

 

Después de estar 16 años en la Escuela SWI aprendí a disfrutar profundamente mi interacción de discípulo respetuoso y agradecido con mi Sifu, mi manejo político con mis “hermanos mayores”, con los que aprendí a “pelear con gracia”, mi buena relación con mis “hermanos” y “hermanas” con los que establecí verdaderos vínculos profundos de respeto mutuo, de admiración compartida y de cariño fraternal, mi buena relación con mis “discípulos de cámara interna”, con los que construimos una interacción maravillosa de compinchería y de exploración compartida de aprendizajes y de apoyo mutuo en nuestro desarrollo individual.

 

Descubrí la comodidad de ser # 4 y la pasión y la búsqueda permanente del # 2 y 3, entendí los beneficios y las trampas del # 1 y ahora puedo moverme más libremente por el continuo completo, disfrutándome cada papel adecuadamente. Y claro que he tenido muchísimos momentos en los que mi #1 inconsciente y miope sale a relucir y “pelea sin gracia”, destruyendo, ganado pequeñas batallas, pero perdiendo la guerra. Pero ha sido muy diferente - esta vez me he dado cuenta. Y al darme cuenta, me he reído de mí mismo y de la situación y he podido escoger caminos alternos con claridad y con consciencia.

 

“¿Parece que ya empezaste a saber pelear sin quedarte pegado y a solucionar las cosas sin tener que golpear duro siempre, no - jajajaja? “– Me dijo el Sr.N un día… Y yo, feliz, le pregunté si entonces ya podía salirme de la Escuela SWI…

 

“Aún no. Todavía no sabes vivir como gota sin un río que te apoye. Si te sales antes de tiempo, te puede pasar como le ha pasado a muchos “magos perdidos” durante toda la historia de la humanidad. Para eso están los linajes, para ser “ríos” que apoyen las “gotas” que los conforman, hasta que estas aprenden a estar en el océano y a que el océano esté en ellas…”.

 

Comprendí así el privilegio y la oportunidad de seguir dentro de Shaolín Wahnam por un tiempo más y de luego seguir como discípulo de mi Sifu por fuera de su estructura. Y con ese acceso a mi Sifu, y a través de él a todos los maestros del pasado de esa línea ancestral de conocimiento, empecé a entender que ese también podría convertirse en el vehículo al “océano” de mis propias tradiciones ancestrales.

 

Sólo tengo mucho cariño, el más profundo respeto y toda mi gratitud con Sifu por esos primero 16 años de aprendizajes directos que recibí de él desde que me inicié en las Artes Internas…


   
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XII - Encuentro con las Artes Internas

 

Dos años y medio después del Amrita Bhardo Thödol estaba acostado en mi cama “pensando”. De pronto sentí que mi pierna comenzaba a moverse espontáneamente - saltaba, se levantaba, se doblaba, giraba en diferentes direcciones,… - como con intención propia. Después de un rato, “pensé” en mi otra pierna y también comenzó a hacer lo mismo. Me puse de pie y pensé en ambas piernas y comenzó un baile desenfrenado, desordenado y doloroso de movimientos absurdos. Cuando “pensé” en mis brazos y en el resto del cuerpo, sucedió lo mismo. Todo se retorcía salvajemente, locamente, muy rápidamente, generando mucho dolor en todas las articulaciones y generándome mucha ansiedad… “¿Qué pasará si no logro parar?” – pensaba.

 

Cuando finalmente paró este baile frenético de mi cuerpo “endiablado”, busqué cómo irme para Bogotá lo más pronto posible a hablar con el Sr.N, pues ahora si me había enloquecido del todo. Un par de días después estaba con él y le conté lo que me había pasado. Le conté que ya había ensayado varias veces más y que siempre había sido lo mismo – que cuando “pensaba” en alguna parte del cuerpo, esa empezaba su baile loco y que hasta lo había ensayado con la lengua, para ver si sólo era algo que tenía que ver con las articulaciones del sistema óseo, y que también había “funcionado”, pero que me asustaba un poco porque dolía mucho y no podía controlar nada. Se rió y me dijo que le mostrara. Al comenzar mi “baile” me dijo que “pensara” en que todo fuera más lentamente y mi cuerpo respondió inmediatamente. Los movimientos descontrolados se convirtieron en movimientos armónicos que seguían el ritmo de mi respiración y que cambiaban de “estilo” después de algunos giros. Mi cuerpo iba pasando por percepciones de agilidad, de fuerza, de velocidad, de calma, de equilibrio, de precisión, de enfoque, de expansión,…, o de combinaciones diferentes de alguna de estas.

 

Finalmente me dijo: “…Parece Pakua. Busca los libros de sus maestros clásicos y busca al maestro Wong Kiew Kit y aprende todo lo que ellos enseñan”.

 

Un par de meses después tenía mi colección de todos los libros de los maestros clásicos de Pakua o Bagua y todos los libros de Wong Kiew Kit, un gran maestro que enseñaba artes marciales y Chi kung en Malasia. Leí todos los libros y me sorprendí al encontrar diferentes gráficas, fotografías y descripciones de los movimientos que mi cuerpo estaba haciendo espontáneamente. Parecía como si en la iniciación me hubiera despertado un arte marcial que estaba grabada en algún lugar perdido de mi cuerpo y que esta se hubiera vuelto a poder manifestar. Comencé a seguir todas las indicaciones de Grandmaster Wong Kiew Kit en sus libros de Chi Kung y descubrí que todo generaba más movimientos y más manifestaciones y percepciones muy agradables en mi cuerpo. Decidí entonces practicar todos los días, antes de desayunar, para así progresar al máximo, como lo recomendaba el señor del libro.

 

Una mañana, después de mi práctica diaria, llegué a desayunar al comedor del sitio donde trabajábamos con grupos y me senté a la mesa con el grupo con el que estaba por esos días – el equipo de presidencia de una importante compañía de alimentos en Colombia. El presidente me saludó y me preguntó qué era lo que yo estaba haciendo en el campo de fútbol y le dije que era Chi Kung, un arte chino de manejo energético. Al oír la explicación, alguien del grupo me insistió en que les enseñara a practicar y yo le dije que sólo sabía algunas cosas que había aprendido a través de algunos libros y que obviamente no sabía cómo enseñarles. Insistió tanto que le dije que se encontrara conmigo al día siguiente a las 7:00 am en la cancha de fútbol y que yo le mostraba qué era, sin enseñarle. Al día siguiente nos encontramos a la hora acordada, con a sorpresa de que iba acompañado de los otros seis miembros del equipo directivo con el que estábamos trabajando. Les expliqué de nuevo que era algo que había sacado de un libro y les expliqué lo que decía el texto. Lo ensayaron y para horror mío - ¡Les funcionó! Entraron en lo que los libros describen como “flujo de chí” – movimientos espontáneos del cuerpo. Pero como yo no sabía lo que estaba haciendo, obviamente terminaron tirados en el piso, como convulsionando. Afortunadamente la cosa no pasó a mayores y todos sobrevivieron…

 

Un par de meses después recibí una llamada de la secretaria de este presidente, en la que me invitaba de parte de él a una conferencia de Chi Kung con un grupo de presidentes de varias compañías en un club de ejecutivos de Bogotá. Inmediatamente dije que no, pues aceptar significaba tener que estar al menos un par de días a Bogotá, viajar en mi jeep al menos tres horas hasta allá y lo peor – tener que ponerme una corbata para oír a quién sabe quién hablar sobre Chi Kung. Pero el presidente no aceptó mi negativa y pasó personalmente al teléfono y me leyó la invitación que le habían hecho – “Hola Piti, lo que pasa es que parece que este es un señor importantísimo en el mundo del Chi Kung y nadie sabe si vale la pena o no, entonces pensamos en ti para que nos digas qué opinas… El nombre del señor es Grandmaster Wong Kiew Kit…”

 

Hasta ese momento, Malasia era para mi una lugar de radionovelas de Sandokán y los autores de los libros, especialmente los de artes marciales chinas, no existían sino en otras dimensiones y de repente, el autor de los libros que me había recomendado el Sr.N estaba en Colombia y yo estaba invitado a oírlo en una conferencia cerrada - ¡qué locura!

 

Corbata al cuello, salí para Bogotá y llegué al sitio de la conferencia. “Sifu” estaba ahí, en su traje tradicional de kung fu, con una sonrisa enorme. Inmediatamente comenzó la conferencia y explicó algunos conceptos generales acerca del Chi Kung, nos invitó a que todos nos pusiéramos de pie y pidiéndonos que cerráramos los ojos nos indujo a todos a entrar en flujo de chí. A diferencia del descontrolado flujo del grupo de Villa de Leyva, este era agradable, suave, como si una “suave brisa nos meciera como árboles”.

 

Después de la conferencia Sifu invitó a participar en algunos cursos que haría durante esos días y yo me inscribí en todos.

 

El fin de semana llegué al gimnasio de un colegio del norte de Bogotá, donde Sifu impartiría “Generating Energy Flow”, “Cosmic Shower” y “Energetic Massage of the Internal Organs” a los casi 100 participantes que nos habíamos inscrito. El curso transcurrió maravillosamente y luego, durante uno de los cortes para almorzar, Sifu me llamó y me preguntó qué arte marcial practicaba yo. Sabía que estaba frente a uno de los maestros de artes marciales más importantes del mundo y decirle que cuando niño había hecho un par de años de judo y que en la universidad había tomado clases de taekwondo no me parecía una buena respuesta. Me “salió” decirle que practicaba Pakua, aunque realmente no lo “practicaba oficialmente”, sino lo que me salía espontáneamente. Me dijo que le mostrara algunos movimientos y me sentí como si Neruda me hubiera pedido que le escribiera un poemita en una servilleta. Cuando le mostré un par de movimientos me preguntó si conocía sus aplicaciones de combate y yo le dije que no. Me dijo que le lanzara un puño y haciendo uno de los mismos movimientos que yo acababa de “demostrar”, me lanzó por el aire como Shifu a Po. Me preguntó luego que con quién había aprendido, y cuando le conté la historia me dijo que lo acompañara a almorzar a su mesa.

 

Ese día me invitó a que fuera a un entrenamiento especial para instructores que tendría dos días después y allá estuve sin dudarlo. En el entrenamiento nos transmitió las 18 Manos de Lohan en 1 hora y nos dijo que estábamos listos para enseñar, que ya las habíamos aprendido “con el corazón”. Yo no entendía nada, especialmente porque me sentía en el lugar equivocado y con el grupo equivocado. Los “compañeros de curso” eran instructores antiguos de artes internas o de desarrollo personal - el presidente de las Federación de Artes Marciales Chinas de Panamá, el dueño del Centro de Desarrollo Personal más grande que había en Colombia en ese momento, el fundador de un sitio de yoga en el sur de Francia y su socio italiano, quien llevaba año y medio siguiendo a Sifu por todo el mundo, y yo, varios años menor que el más joven de los otros, que dirigía un centro de educación al aire libre en Boyacá…

 

Cuando le agradecí a Sifu y le expliqué eso, sonrió y me dijo que no me preocupara, que enseñara durante un año a quien quisiera y como quisiera y que después de ese tiempo nos veríamos de nuevo.

 

Fui a contarle al Sr.N la “coincidencia” que había ocurrido y sonriendo me respondió – “¿Si te dije que lo buscaras era porque lo ibas a encontrar, no?”

 

Durante los siguientes años fui a Malasia y Sifu vino a Colombia muchas veces y fui desarrollándome como instructor certificado de Chi Kung Shaolín y de Taijiquan Wahnam de la Escuela Shaolín Wahnam para Latinoamérica. Pude compartir con Sifu de manera muy cercana, conocí a grandes maestros de las artes internas como Taisiheng Kai de Frankfurt, como el Dr. Riccardo Salvatore de Portugal, como el Dr. Damian Kissey de Saba, compartí cursos con los mejores exponentes de las artes marciales internas del mundo y re-conocí hermanas y hermanos míos, con los que parecía que hubiera estado conviviendo por muchos años. Me sucedió así con Sifu Eugene Sitterman, de Nueva York y especialmente con mi hermana Sifu Emiko Hsuen – fundadora y directora de Joy & Freedom en Canadá y en Japón - con quien  mantengo una profunda relación fraternal muy cercana y de muchas experiencias compartidas, aún cuando ya no pertenezco a Shaolin Wahnam.  Con la bendición de mi Sifu, fundé HiQi – Escuela Internacional de Qi Gong Imperial.


   
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XIII - Algunas Conversaciones

 

En alguna conversación con el Sr.N, me preguntó acerca de lo que nos hacía vivir. Después de varios intentos de respuestas incompletas de mi parte, concluyó:

 

“Hay tres fuentes energéticas para la vida humana – la alimentación, la bebida y la respiración. El ser humano puede sobrevivir hasta 30 días sin alimentación, hasta 5 días sin agua y hasta 5 minutos sin respiración. Podría inferirse entonces que la alimentación tiene un aporte ponderado de entre 4-5% para la vida en comparación con el aporte del agua y la respiración. Sin embargo, la conciencia está en su mayoría por ahora sólo en buena alimentación. Falta mucho desarrollo consciente acerca de lo que tomamos y de cómo respiramos.

 

El 75% del cuerpo humano es agua. De ésta, una tercera parte es para el aseo interno y externo del cuerpo, para el desecho de toxinas, otra tercera parte es para el metabolismo y la restante para la evolución de la libertad y la conciencia. El 25% restante del cuerpo está compuesto por material sólido, pero este depende de la calidad del agua para su funcionamiento.

 

Para el cuerpo físico y sus funciones de aseo y desintoxicación, para el cuerpo energético/mental y sus funciones de metabolismo y para el cuerpo espiritual y su potencial de evolución, o sea de consciencia, libertad y plenitud, no es sólo importante la calidad química del agua, que es lo único que la ciencia moderna conoce, trabaja y ofrece. Más que la calidad “química” del agua, el secreto radica en la calidad energética de esta, en la adecuada organización de su estructura molecular. Por ejemplo, mira el cerebro humano - el 93% de este es agua. Y de la calidad energética de esta agua depende la comunicación, la velocidad, la claridad, etc., de su funcionamiento…”.

 

Después de conversar un rato acerca de las fuentes naturales de energía – cómo comemos, cómo bebemos, cómo respiramos – pasó a hablar del “combustible y el lubricante del vehículo de la vida”:

 

“Para que tu carro funcione bien, para que cumpla con su función, su destino, que es moverse y transportarte, debe tener buen combustible y buen lubricante. Sólo combustible no es suficiente, sólo lubricante tampoco. Y sin combustible y sin lubricante es sólo un carro estacionado, que no sirve para lo que fue construido.

 

Así mismo es para los seres humanos. Nuestro combustible y nuestro lubricante, los que hacen que podamos cumplir con nuestro destino en la vida, son los grandes sueños y la fe plena.

 

Sin sueños y sin fe la persona va muriendo lentamente, así siga físicamente viva – es como un zombie, un muerto en vida que no está sino sobreviviendo. Sólo fe o sólo sueños tampoco son suficientes. Es la combinación equilibrada de sueños y de fe la que nos permite vivir con plenitud.

 

Los sueños son propósitos, ambición adecuada, proyectos, intenciones – todo lo que nos mueve a buscar desarrollarnos. Y mientras más grandes, más trascendentes, más generadores de más valor para más partes, más nos mueven.

 

Y estos sueños trascendentes requieren de fe. Pero para la mayoría, la fe se confunde con la confianza. La confianza es el uso de la razón para controlar la incertidumbre – los planes de acción, los indicadores de gestión, los estrategias y las tácticas, los mapas, la definición de rutas, los estudios y las investigaciones… Pero la fe no es lo mismo. La fe es esa certeza intuitiva, de conexión con todo y con todos, que nos hace saber, sin explicación racional alguna, de que las cosas ocurrirán…”.

 

Otro día conversamos acerca de los sueños o los ensueños que se producen cuando dormimos, pues a mi me quedó la duda de que el mismo nombre se usara para hablar del cansancio – “tengo mucho sueño…”, de los proyectos o intenciones – “siempre ha sido mi sueño…”, y de la realidad alterna que aparece mientras dormimos – “anoche tuve un sueño…”.

 

Aunque sólo habló brevemente acerca de la diferencia y la similitud entre los tres conceptos de “sueño”, lo que más me llamó la atención fue su recomendación:

 

“…La mayoría de las personas deja que sus sueños, todos, ocurran espontáneamente, que no se fijen de ninguna manera. Por ejemplo, al acostarse a dormir, de cierta forma están desperdiciando al menos una tercera parte de sus vidas y están desaprovechando todo lo que ocurre en dimensiones diferentes a las que tienen acceso durante su estado de vigilia. Si fijas tu último pensamiento antes de quedarte dormido, este último pensamiento contextualizará y guiará tus descubrimientos durante ese sueño…”

 

…Y como siempre, tardé mucho tiempo en entender la profundidad de su enseñanza, aparentemente tan simple, y en aprender a aprovechar más esa mágica aventura diaria de “soñar dormido” y de “soñar despierto”…

 

Sin embargo, la mayoría de las veces en las que había conversaciones que cambiaban por completo mi manera clásica de ver las cosas o que ampliaban el horizonte y su profundidad a niveles insospechados, estas ocurrían en los momentos y en los espacios menos esperados - cuando estábamos fumándonos un tabaco y compartiendo un buen ron, después de comer cantidades increíbles de sus buenos platos tradicionales, cuando la mente estaba ya más en modo de siesta, que en modo de enfocarse para algo nuevo, ahí era cuando decía:

 

“¿Sabes? - ¡Hay una cosa!” – y desenfocando la mirada, como entrando en otras dimensiones, tomaba una bocanada de humo y después de “masticarla” y soltara lentamente, comenzaba a explicar algo. En ese momento, los presentes siempre tratábamos de enfocar toda la atención para tratar de grabar sus palabras, pero no era el concepto intelectual lo que realmente importaba. En ese momento, el cuerpo mental había perdido su dictadura autoimpuesta y la percepción, la emoción y a intuición estaban abiertas y captando “de otra manera”, más integradamente, más sinérgicamente, todo lo que su explicación contenía. Los ejemplos que escribo a continuación son sólo una interpretación conceptual de algunas de sus explicaciones, pero a menos de que el lector esté en un estado ampliado de consciencia por el efecto del ron, el tabaco, la comida o algún otro factor parecido, éstos sólo resonarán en la mente intelectual. Aún así, muchos de estos conceptos permiten cambiar o ampliar la perspectiva clásica. Vale la pena anotar, que muchas de estas conversaciones no estaban hiladas de la manera en que las escribo. Fueron como “cuentas sueltas”, que debíamos ir hilando en un solo “collar” después de mucho tiempo.

 

“¿Sabes?, ¡Hay una cosa! La espiritualidad no es esa bobada que todos creen. Es la conexión sutil, casi imperceptible, entre la posibilidad y el desenvolvimiento de esa posibilidad a la realidad. Y es justamente en esa conexión en donde se pierden muchos por ese camino…

 

…El embarazo, por ejemplo, es el proceso de realización de la posibilidad de la vida. Un proceso que tiene principio y que tiene fin. No se puede perder nadie en ese proceso y alargarlo más de su ciclo natural…

 

…Espiritualidad es entonces lo mismo que integridad, que integralidad. Es la integración de los 5 cuerpos, del mental, del emocional, del físico, del vital y del kármico en uno solo. Es el perfeccionamiento de cada uno de esos cuerpos y su transformación para integrarse en uno solo. Y la combinación de caminos “con ese fin único” es lo que los hace a todos “espirituales”…

 

…La promesa básica de toda esta búsqueda es Dios, es la “inmortalidad”, la “trascendencia”, y en cada religión hay un ejemplo básico de esto - “Cristo trasciende la muerte”…

 

…Y para trascender debes perfeccionar los 5 cuerpos e integrarlos. Y la “magia” es la capacidad consciente de enfocar atención con intención en un solo proceso/objetivo…

 

…La naturaleza humana no puede existir sin algo que la respalde de verdad – el creador del Universo. Y la religión es el lenguaje que utilizan las diferentes culturas para comunicarse con ese “respaldo”…

 

…La fe es la conexión entre la posibilidad de vivir siempre en Dios y el desenvolvimiento de esa posibilidad en la vida individual/cotidiana. Cualquier camino que te lleve allá es “espiritualidad”. Cualquier camino que permita una conexión entre lo que vives y el sentido de lo que vives…

 

El destino se manifiesta a diferentes niveles – destino del planeta, de los seres humanos, de país, de genero, de edad, del individuo… Es el “cumplimiento de lo que uno hizo hace mucho tiempo como proyección para su vida y ya olvidó…”, pero con el nacimiento - el “eclipse total de la memoria” se pierde el recuerdo de esa promesa.

 

La mente está en cada célula del cuerpo y su centro está en el corazón y la base de la vida celular está en sus membranas – la frontera con la que interactúa lo externo y lo interno...


   
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(@pitiparra)
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XIV - Último Taller y Últimas Conversaciones

 

El 23 de noviembre del 2011 llegaron a mi casa otro de sus estudiantes y el Sr.N. El primero un poco preocupado y el segundo, sonriente y alegre. “¡Cuéntale!” – le dijo el Sr.N y él me contó que el Sr.N había decidido hacer el “taller” que llevaba preparando por muchos años. Yo ya lo había oído hablar varias veces de que algún día haría ese “taller” y tanto en su oficina como en su casa había visto mapas, libros y apuntes – todos desafortunadamente en ruso – de su investigación y preparación previa. “¿El de los caminos de Oriente y Occidente?” – le pregunté, a lo que respondió – “Si alguna bobada así – pero es el mapa de esos caminos espirituales…”. Finalmente, sin nosotros saber realmente de qué se trataba, lo llamamos “Mapa de los Caminos Espirituales de Oriente y Occidente” y al él le pareció adecuado.

 

En ese momento debíamos conseguir 15 “conejillos de Indias” que pudieran acompañarnos en esa nueva “aventura”, debíamos conseguir un sitio al lado del mar, ojalá en un isla y teníamos que ser parte de esos conejillos para esa locura. Las primeras dos cosas no me preocupaban realmente, y la tercera, más que preocupación me había generado lo que debía generarme – el miedito necesario para despertar desde ese mismo día toda la energía latente para poder lograr cruzar los obstáculos por los que el Sr.N nos guiaría quince días después.

 

El 8 de diciembre nos encontramos los quince con el Sr.N en Isla Margarita en el norte de Venezuela. A las 8:00 am del viernes 9 nos reunimos en el salón en el que íbamos a pasar los tres siguientes días. Allí el Sr.N nos explicó brevemente lo que sucedería y el proceso comenzó sin más espera.

 

En el siglo XIV, el monje ruso Gregory Palamas (luego arzobispo de Tesalónika) recibió una transmisión de cómo ayudar a algunos individuos muy bien preparados a trazar un camino sin atajos (la Escalera del Ascenso Divino) desde lo que siglos más tarde Alan Watts llamaría la ortonoia hasta la metanoia, sin perderse en la paranoia, por la que inevitablemente se tenía que cruzar. Lo que había logrado el Sr.N, muchos siglos más tarde, era ese mismo paso de la ortonoia a la metanoia, a través de la paranoia, pero sin las prácticas ascetas del siglo XIV en el monte Athos. Para eso había desarrollado un sistema de grupos, con los que armaba organismos sinérgicos que apoyaban el viaje de cada uno de los demás, para que cada uno, como uno de los cuatro “motores” de un solo “cohete”, apoyara con su “chorro” el camino trazado.

 

“…Hay tres “países” – explicó el Sr.N - “…ortonoia, paranoia y metanoia. El más pequeño es el primero, infinitas veces más pequeño que el segundo y lo mismo ocurre entre el segundo y el tercero. Pero aunque el tercero contenga al segundo y el segundo también contenga al primero, cada uno tiene lenguajes, y por lo tanto culturas de interacción, totalmente distintos.

 

El lenguaje básico de la ortonoia es “Saber para Creer”, mientras que en la paranoia es exactamente el contrario – “Creer para Saber”. En la metanoia “Saber y Creer son lo mismo”. En términos del lenguaje matemático básico de cada uno de los tres “países”, en el primero la regla es que 1 + 1 = 2. En el segundo, 1 + 1 = X, en donde X = N. En el tercero, 1 + 1 = 1 = 0 = +/- infinito…”

 

La primera parte consistió en integrar esos grupos de cinco personas, para que dejáramos de ser individuos y nos consolidáramos como un solo “súper-organismo” individido. Separados en las tres personalidades básicas de interacción social – el dictador, el demócrata y el anarquista – comenzamos a volvernos uno. Así, muy rápidamente eran sólo tres los “seres” que emprenderían el viaje a la metanoia – un dictador, con dirección, pero sin igualdad, un demócrata, con igualdad, pero sin dirección, y un anarquista, sin dirección ni igualdad.

 

Una vez integrados los tres “organismos”, el Sr.N nos explicó brevemente el primer nivel que tocaba romper/cruzar. Nos recordó como el parto y los primeros 5 años de vida de un bebé generan una marca desastrosa de que nada tiene valor verdadero en la vida, de que la conexión sutil no existe y de que la espiritualidad – esa conexión casi imperceptible y el desenvolvimiento de su propio proceso para su realización – no tiene ni sentido, ni razón de existir. Vimos también como la única acción posible para cambiar la suma del error de interpretación del nacimiento y el enraizamiento de patrones erróneos de los primeros años es el arrepentimiento total, visto como consciencia del error y deseo total de cambiarlo.

 

Con la herramienta del arrepentimiento total en una formación rotacional de cada “organismo” conformada por sus cinco cuerpos (físico, emocional, mental, espiritual y energético) logramos romper la línea de defensa más externa – la de los paradigmas. Pero ahí sólo comenzábamos, pues faltaba romper todas las líneas básicas de defensa del subconsciente y finalmente llegar al “yo”, para “matarlo” y poder acceder al camino directo a la metanoia - ¡Conceptualmente muy simple!

 

Una vez rota la primera línea de defensa – la línea paradigmática – comenzaba la batalla dentro del subconsciente. El Sr.N había escogido la combinación de luna llena y eclipse, a orillas del mar en una isla, para que el tiempo y el espacio nos ayudaran un poco a penetrar al subconsciente con menos dificultad. Tal como los místicos de las culturas tradicionales, que dedican toda su intención a la abdicación de la vida misma, con fe/amor a la muerte, como camino directo a la luz, debíamos aprender a abdicar para “ir destruyendo esas capas que impiden que el “yo” pueda conectarse sin filtros con la realidad”. La abdicación/oblación es la renuncia total a lo que más se ama, pero por libre elección. Y esa doble característica – de renuncia total y de libre elección – es una combinación que requiere toda la intención y toda la atención en un solo propósito y este “paso” necesita ser guiado para encontrar el camino más fructífero, y no el más fácil.

 

El siguiente paso fue el de “domar a la bestia del subconsciente”. Fue algo así como aprender a unirse con el dragón de Avatar, hasta que formaran un solo conjunto integrado de jinete y animal, de dirección y poder. Y la única “herramienta” para poder meterse en ese “bosque” y “domar a esa bestia, sin pelearle” era el Padre Nuestro. Esta vez, cambiamos los cuadrados orientados rotacionales por una formación centrípeta con las cabezas hacia fuera y el tronco del organismo apuntando al norte.

 

Esa noche no cenamos sino una sopita suave y el Sr.N nos recomendó no desayunar nada. Nos “integramos” más y más como un solo organismo – como un “árbol” – en cada uno de nuestros tres equipos de cinco y aprendimos a absorber conjuntamente la energía de la luna, prácticamente hasta quedar “ebrios de su resplandor”.

 

Al día siguiente, como tres organismos sinérgicos, viajamos a la metanoia “con tiquete de regreso a la ortonoia”. “Este viaje es como de las Fuerzas Especiales. Sólo abrimos un huequito en las líneas de defensa del “yo” para poder acceder a un caminito pequeño que nos muestra una partecita pequeñísima de ese “país” que se llama Metanoia. Pero el que ya ha visto así sea una partecita mínima de ese país, ya comienza a tener la capacidad potencial de comprender su lenguaje y utilizarlo adecuadamente…” – nos explicó.

 

Había comenzado así esta nueva aventura de descubrimientos, confirmaciones e integración…

 

Durante los siguientes meses, tuve la posibilidad de estar en tres de estas iniciaciones con tres grupos diferentes – en dos de ellas como participante y en la otra como ayudante.

 

Entendí que además de revivir los diferentes procesos, como en el Amrita Bardo Thödol, también se "reviven" las situaciones de patrones limitantes del proceso evolutivo de cada uno, ya que se usa otra puerta de acceso – la de la Muerte. Un "patrón limitante" es el que se ha usado inconscientemente y durante mucho, mucho tiempo como única salida frente a situaciones similares (respuestas violentas, papel de víctima, huir/evitar sistemáticamente el conflicto,...). Durante los 24 meses que comienzan a partir de la iniciación, se "revivirán" de diferentes maneras (a través de la memoria de los cinco cuerpos) situaciones, sueños, dolores, enfermedades... que son "puertas" que se abren para darnos la oportunidad de borrar esos patrones limitantes del todo en nuestra memoria celular. Lo importante, entonces, es estar muy alerta a las situaciones, sueños, dolores, enfermedades..., para revivirlas muy conscientemente y, ante todo, para tratar de actuar de manera diferente a la de la reacción natural del patrón limitante, que por lo general sería la que inmediatamente se dispararía, de nos estar atentos.

 

A partir de mi primera participación, comencé a vivir estos 24 meses "reviviendo" esta vida (valga la triple redundancia de esta frase...) de a dos años por mes, más o menos. Además de eso comencé a revivir mis "patrones limitantes" cada vez que mis cinco cuerpos tenían disparadores externos que abrían esa puerta. Eso me puso en un estado de "bipolaridad" o de “tripolaridad” interesantísimo. Este estado puede ser o una pesadilla terrible o, si se aprovecha intencional y conscientemente, la mayor oportunidad de desarrollar consciencia, libertad y plenitud.

 

Esta experiencias me recordaron una de las primeras experiencias de “borrón de patrones limitantes y reprogramación de cimientos” con el Sr. N. En diciembre del 96 me dio "alergia" el viento frío de la Sierra Nevada de Santa Marta. Estaba en la plataforma central de Ciudad Perdida con el Sr N y cuando me vio toser le conté que era "alérgico" al frío. Me preguntó por qué me daba "alergia" el viento frío, pero por qué meterme en el agua fría de los ríos y quebradas que bajaban de los glaciares no me disparaba la misma reacción. Obviamente que no me preguntó porque no supiera la respuesta, sino para que yo me diera cuenta de mi tonto razonamiento...

 

Luego me dijo que respirara contándole a mis células que no había peligro alguno, que sólo era un viento frío que no representaba ninguna amenaza y que les dijera que no había ninguna razón para defenderse, para reaccionar. Al hacerlo así, mi alergia se desapareció. No sólo se me quitó en ese momento, sino que desapareció por completo. Me di cuenta que hay muchísimos "disparadores de defensas" que no tiene que ver sino con memoria celular y que basta una pequeña negociación interna para cambiar del todo ese "patrón inconsciente".

 

Lo que confirmé ahora es que a partir de la iniciación comenzaron dos años de "posibilidad" de re-escribir mi vida - su base, sus cimientos - y por lo tanto, todo lo que de aquí en adelante fuera construyendo sobre eso. Esa posibilidad era ayudada por esos "recuerdos" que mi memoria celular guardaban y que cuando se "re-disparaban" me abrían una ventana para poder hacer un "borrón y cuenta nueva" de ese "archivo" que estaba generando "bloqueos" en mis posibilidades. A más consciencia de todos mis cuerpos de ese "borrón", más firmes mis nuevos cimientos y más posibilidades de re-construir más libremente y más plenamente lo que venía. Si los dejaba pasar, el bloqueo permanecería, ese cimiento no cambiaría y no podría construir nada nuevo.

 

Es por eso que aún trato de estar muy, muy atento a todos esos "recuerdos", para aprovechar la oportunidad de cambio. Como en el béisbol, el Universo por lo general me manda "tres strikes" - varios avisos, gradualmente más fuertes, para que me de cuenta. Si estoy alerta y me doy cuenta en los más sutiles, no tengo que romperme una pierna o estrellar el carro para "revivir" nada. Si no me doy cuenta ni en el tercero, que era un aviso/oportunidad y no uno la situación con mi memoria racional, el Universo se "aburre" de mandarme avisos y me deja el "bloqueo". Me pierdo la posibilidad de "perfeccionar ese cuerpo".

 

Hay que estar muy alerta todo el tiempo. Hay que hacer la tarea de los cálculos de la "edad tripolar". Hay que recordar y recordar y cruzar y cruzar "datos"... - hay que trabajar...

 

O no -También es una opción.

 

En esos primeros meses interactué con “bebés” y “niños” de edades diferentes, que en sus cuerpos de adulto se sentían victimizados, manipulados, abandonados, tratados inequitativamente,...

 

…pero también interactué con otros que reconocieron el proceso que estaban viviendo, lo disfrutaron y lo aprovecharon al máximo y equilibraron todo con su propia y renovada capacidad infantil de la alegría, la curiosidad, el asombro, la aventura de la magia de cada instante y el disfrute pleno de las oportunidades mágicas que la vida nos trae.

 

Como siempre, sólo es cuestión de escoger...

 

Y también recordé las últimas conversaciones que tuve al respecto con el Sr N:

 

“Imagina a alguien que ha vivido siempre con un perrito chiquito en su casa, con su camita, su platico de comida, su cobijita, sus cositas. De pronto le entregan un elefante muy grande. Cuando trata de acomodar al elefante en la camita del perrito, nada le funciona…

 

…Sólo funciona si ahora busca un parque grande donde el elefante se pueda mover tranquilamente, donde pueda vivir a sus anchas,… Imagínate a alguien que acaba de ganarse la lotería y sigue viviendo la vida que conoce, pero que simplemente gasta más… La persona que se gana el baloto debe invertir en aprender, en estudiar, en armar un nuevo modo de vivir, donde su ingreso inesperado si genere verdadero impacto…

 

…Un gran conocimiento nuevo no sirve para buscarle aplicación en la vida que ya se tiene. Sólo sirve cuando cada uno acepta que es el conocimiento quien lo guía a un nuevo modo de vivir la vida... La mayoría busca adquirir "súper-poderes" como objetivo. En este camino los "súper-poderes" aparecen espontáneamente como consecuencia misma del proceso. No son el objetivo, son las herramientas naturales que se van necesitando y van apareciendo gradualmente, adecuadamente…"

 

“Nacemos en nuestra versión original, pero sin darnos cuenta nos vamos transformando, perdiendo esa originalidad y morimos siendo copia de alguien más. El juego está entonces en aprender de todo y de todos, pero sin perder nuestra originalidad, nuestra “herencia original”. La razón estandariza copias exactas, la naturaleza sólo produce individuos únicos… este camino nos permite retornar a esa individualidad única, en integración natural con todos y con Todo…”


   
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XV - ¿Epílogo?

 

“…Uno tiene que estar muy alerta en lo que respecta a dejar el método. Una vez que logres algo, deja el método de inmediato; de lo contrario la mente empezará a aferrarse a él. La mente te hablará de manera muy lógica, te dirá: “El método es lo importante.”

 

Buda solía contar una historia una y otra vez: cinco idiotas pasaron por un pueblo, al verlos, la gente se sorprendió, porque cargaban una barca sobre sus cabezas. La barca era verdaderamente grande, les estaba aplastando; estaban a punto de morir por el peso. Y la gente les dijo: - “¿Pero qué estáis haciendo?” Ellos respondieron: - “No podemos dejar la barca. Esta barca nos ha ayudado a venir desde la otra orilla, ¿Cómo vamos a dejarla? Gracias a ella hemos llegado hasta aquí. Allí hubiéramos muerto. Se acercaba la noche y había animales salvajes. Antes del amanecer hubiéramos muerto con seguridad. Nunca dejaremos esta barca, hemos contraído una deuda de por vida con ella. La seguiremos llevando sobre nuestras cabezas en señal de gratitud…”

 

Mi posición es: usa la barca, usa hermosas barcas, usa tantas barcas como puedas; con esta consciencia: al llegar a la orilla abandonaré la barca sin apego. Mientras estés en la barca, disfrútala, muéstrate agradecido. Cuando salgas de ella, di gracias y sigue adelante…” - Tomado del primer capítulo de “El Libro de la Sabiduría” de Osho.

 

Esto de organizar, escribir y compartir mis recuerdos e interpretaciones subjetivas de mis experiencias con el Sr N ha sido un ejercicio valiosísimo para mi. Veo que el “Fin del Mundo” anunciado para finales del año 2012 no se dio como “se esperaba”. No fue el fin del mundo material, sino la posibilidad de que rompiéramos con los patrones limitantes subyacentes que nos impedían gozar más libre y plenamente de un “nuevo postulado de nuestro propio mundo”.

 

El mundo no se acabó. Pero si apareció la opción de escoger “acabar” con los recuerdos, las interacciones, los proyectos, las relaciones, los hábitos inconscientes que nos generaban drama en nuestra vida. El “drama de la vida” no es más que la propia escogencia por enfocar nuestra atención y nuestra intención (y por lo tanto nuestra energía) en las “situaciones dramáticas” del pasado. En nuestra existencia humana lineal, el pasado ya pasó. Pero como seres humanos tenemos la posibilidad de escoger qué recuerdos seguir “cargando” y cuáles dejar atrás – cuáles “desyerbar con machete, para que no suelten de nuevo sus semillas”, como dice en el hilo de los Ciclos Naturales.

 

Siguiendo la recomendación de Osho, al haber escrito y compartido estas Aventuras con el Sr N., salgo de esta barca en esta orilla, dando las gracias por los aprendizajes que recibí durante los 16 años que pude estar a su lado, y sigo adelante. Escojo llevarme todos los aprendizajes que recibí y busco poder dejar atrás todo el drama de las situaciones específicas, las interacciones, los encuentros dolorosos, los juicios y las etiquetas que pudieron haberse dado en ese tiempo y en ese camino.

 

Con gratitud y respeto,

 

Piti


   
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